Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética 14 de enero de 2024
Desde la semana pasada la liturgia nos repite que una de las tres epifanías es la conversión del agua en vino durante las bodas de Caná de Galilea.
En la fiesta de un matrimonio faltó el vino y, por un pedido de Santa María, Jesús convierte seis tinajas de agua de cien litros cada una en el mejor vino.
¡Seiscientos litros de vino para un banquete de un pueblo pequeño!
Es el estilo de Jesús: hace los milagros con abundancia como en las dos multiplicaciones del pan y los peces y ahora también el vino.
Pero no es este el Evangelio de hoy. La liturgia lo leerá en el ciclo C.
Hoy nos habla San Juan evangelista de la «pesca» primera que hizo Jesús para formar la base de la Iglesia apostólica que Él fundó.
1 Samuel
El pequeño desconoce la voz de Dios.
Por tres veces oye que lo llaman y, en plena noche, va a la habitación del sacerdote Elí:
«Aquí estoy porque me has llamado».
La tercera vez Elí intuye que Dios quiere revelarse al pequeño Samuel y le enseña:
«Si te llama alguien responde: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”».
Aquella noche Dios escogió al pequeño como a su gran profeta.
«Ninguna palabra de Samuel dejó de cumplirse».
Salmo 39
Nos enseña a adoptar la gran actitud bíblica propia de la criatura ante Dios:
«Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas y en cambio me abriste el oído. No pides sacrificio expiatorio, entonces, yo digo: “Aquí estoy (como está escrito en mi libro) para hacer tu voluntad”. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas».
San Pablo
Nos enseña la santidad de nuestro cuerpo que es llamado a la santidad juntamente con nuestra alma:
«¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?»
Nos advierte que somos habitados por el Espíritu Santo desde el bautismo:
«Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios».
Y nos invita a conocer la santidad de nuestro cuerpo que ha sido comprado con la sangre de Cristo. Por eso advierte:
«No os poseéis en propiedad porque os han comprado pagando un gran precio por vosotros».
Qué hermosa reflexión:
Yo soy yo, pero no soy mío. Soy de Dios que me compró por medio del sacrificio de Cristo.
Bonita conclusión para este domingo:
«Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo».
Verso aleluyático
Nos habla de un gran motivo de alegría: encontrar a Jesús:
«Hemos encontrado al Mesías que es Cristo. La gracia y la verdad vinieron por medio de Él».
Evangelio
Qué hermoso es preparar discípulos que puedan comprometerse con Jesús.
Es lo que hizo Juan el precursor. Habló a los suyos tan maravillosamente de Jesús que les bastó a ellos oír de sus labios: «Este es el Cordero de Dios» para que, dejando a su maestro, el Bautista, siguieran al Señor que, al notar su presencia, les pregunta: «¿Qué buscáis?».
Juan y Santiago contestan: «¿Rabí, ¿dónde vives?».
Pasaron con Él la tarde y continuaron luego la pesca.
Andrés llama a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías».
Lo llevó a Jesús que «se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan. Tú te llamarás Cefas que se traduce Pedro”».
Amigos, aprendamos a evangelizar buscando buenos discípulos para el Señor.