Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Vivimos en un contexto de mercado local, nacional y mundial. Casi todo se puede comprar y casi todo se puede vender. El comercio interesado puede pervertir las relaciones interpersonales y dañar la solidaridad entre las personas.

Las relaciones entre las naciones se pueden ver afectadas por una geopolítica de intereses de mercado por parte de los gigantes industrializados y poderosos en armas de destrucción masiva, generando miedo y gran susceptibilidad por parte de las naciones pobres, incultas y sometidas a la soberbia autócrata de sus gobernantes. Se genera abundancia de bienes y se producen grandes miserias.

El mundo necesita de líderes amadores del mundo, como lo señala la pluma señera y brillante, epigráfica y conmovedora, de quien lleva en su corazón la realidad de México, como padre y pastor, Mons. Mario de Gasperín Gasperín, Obispo Emérito de Querétaro, que nos señala el camino de la fe hermana de la esperanza, para que en nuestra Patria, -‘terra patrum’ de Cicerón, la tierra de los padres, se ponga en pie y florezcan los frutos de la paz, de la justicia, del amor y de la cultura ampliamente cristiana. Me refiero al artículo publicado para el 3 de marzo en El Observador (No. 1495), ‘Qué México Queremos’.

Cito: “Para poder cambiar el mundo es preciso enamorarse de él: ‘Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único’. Es el derrotero que señaló San Juan XXIII y siguió el Concilio. Primero se ama y después se da, todo y lo mejor. El amor nace de la mirada y mediante el ver se conoce al otro (…) Observe usted la lejanía e indiferencia de los poderosos ante el sufrimiento del pobre. Su fiebre es posesiva, ostentosa, no amorosa. Los líderes verdaderos, en cambio, terminan ofreciendo su vida y muriendo fuera de su patria como Abraham, como Moisés, como Jesús, como Pedro y Pablo. La mayoría de las veces desnudos mientras los poderosos se reparten los despojos”.

El texto del Evangelio de San Juan (2, 13-25), su alcance no solo de memoria-recuerdo, sino de profecía-cumplimiento en el misterio pascual de Cristo, su muerte y resurrección; trasciende hasta nuestros días, no circunscrito al Templo de Jerusalén, sino a Jesús el Nuevo Templo de Dios, cuya presencia se prolonga en su cuerpo que es la Iglesia, propiamente su Templo y al mundo entero, llamado a vivir esa Alianza de plena comunión con el Señor, inmolado y glorificado.

El Papa Benedicto XVI (11 mar 2012) nos señala:

“Con la Pascua de Jesús se inicia un nuevo culto, el culto del amor, y un nuevo templo que es él mismo, Cristo resucitado, por el cual cada creyente puede adorar a Dios Padre ‘en espíritu en verdad’.

Aunque hemos de subsistir como ministros de la Iglesia y hemos de construir y conservar los templos materiales, creados a lo largo y a lo ancho del espacio y del tiempo por la generosidad de los fieles, constituyendo un patrimonio cultural eminente, hemos de vernos libres del economicismo que afea el rostro de la Iglesia.

Que nos veamos libres de toda mentalidad de negocio, pues lo que señala Oseas nos tendría que afectar a nuestro corazón; dice Dios ‘Yo quiero amor y no sacrificios’. O lo que señala Isaías: “Detesto sus fiestas y sus reuniones para festejar la luna nueva; se volvieron para mí una carga imposible de soportar. Cuando ustedes levantan las palmas de sus manos para orar, yo me tapo los ojos, y, aunque digan muchas oraciones no las escucharé. ¡Las manos de ustedes están manchadas de sangre! Lávense, purifíquense, aparten de mi vista sus malas acciones. ¡Dejen de hacer el mal y aprendan a practicar el bien!¡Busquen lo que es justo, reprendan al opresor, hagan justicia al huérfano y defiendan el derecho de la viuda! Y después vengan y discutamos, dice el Señor. Aunque los pecados de ustedes sean como la escarlata quedarán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana blanca “(1, 14-18).

Qué importante es seguir los pasos de Jesús en la entrega total, lejos de todo negocio, abuso y de todo engaño.

Por supuesto es necesario e imprescindible el comercio entre pueblos y naciones; pero han de estar regidos por valores superiores al economicismo de tipo capitalista liberal o al comunista de corte marxista, poniendo en el centro a la persona y a las personas, porque toda persona es ‘quodámodo omnia’, es decir, ‘en cierta manera todas las cosas’, en la línea del pensamiento de Santo Tomás de Aquino. Por eso hemos de estar convencidos de una línea de Doctrina Social de la Iglesia, señalada por Don Mario: ‘la solidaridad comunional; no para el individualismo, sino para la comunión’ (Ibídem), porque hemos de existir y vivir en la ‘communio personarum’, – comunión de personas, tan apreciada por san Juan Pablo II.

Porque, “todo el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano” (1Jn 3, 10).

El nuevo Templo-Jesús-Iglesia, en virtud del misterio Pascual, es un templo de puertas abiertas para todos; nadie puede ser excluido ni discriminado. El Templo-Jesús-Iglesia, se entra por la llaga abierta de su Corazón, pues todos necesitamos el amor, el amar, y la vida que brote hasta la vida eterna.

El amor no se compra ni se vende; se ofrece gratuitamente, porque Dios es Amor, y se nos autodona en su Misterio Pascual, en su Palabra, en los sacramentos, en la oración, en el cuidado del enfermo y del pobre, del huérfano y de la viuda. Entonces sí daremos el culto que agrada a Dios, el culto del amor, del perdón y del servicio.

 

Imagen generada con ideogram.ai


 

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