Por P. Fernando Pascual
Todo historiador se siente llamado a discernir ante documentos sobre un hecho concreto del pasado, sobre todo cuando ofrecen informaciones diferentes, incluso contradictorias.
El historiador necesita, entonces, hacer una serie de reflexiones que le ayuden a la hora de aceptar una fuente, rechazar otra, acoger algunos datos y dejar a un lado otros.
Pensemos, por ejemplo, en diversos documentos y tradiciones orales sobre un rey del mundo medieval. Algunos alaban su valentía, otros señalan su torpeza, otros simplemente lo consideran un hábil manipulador.
¿Cómo discernir entre “informaciones” tan diferentes? El historiador intentará comprender por qué una fuente describe favorablemente a ese rey, y por qué otra fuente lo critica con decisión.
En muchas ocasiones, la tarea de discernir se hace compleja, sobre todo cuando otros historiadores, a lo largo del tiempo, han elaborado narraciones que dan más espacio a unas fuentes mientras dejan de lado otras.
Habrá casos concretos en los que un historiador se limitará a recoger los diferentes documentos para dejar constancia de la diversidad de pareceres sobre ese monarca, o sobre esa batalla, o sobre aquella epidemia.
Pero en otras ocasiones el historiador buscará si existan criterios y pistas que permitan, por encima de la diversidad de narraciones, distinguir entre las que sean más verídicas y las que, incluso siendo falsas, puedan ofrecer algún dato de interés.
Es posible que un historiador se equivoque en su discernimiento, lo cual resulta casi inevitable si existen varios documentos que repiten el mismo error y no resulta fácil descubrirlo.
Reconocer lo anterior no implica aceptar un relativismo que intente igualar lo verdadero y lo falso, pues ningún historiador serio estaría contento si sus estudios le alejasen de la realidad de los hechos.
Lo que sí implica es tomarse muy en serio esa tarea de discernir, con un agudo espíritu crítico y adecuados métodos científicos, en el esfuerzo por distinguir lo que pueda ser equivocado en un documento o una narración sobre el pasado, y lo que permita acceder a una mejor comprensión de hechos concretos que son el interés constitutivo de toda investigación auténticamente histórica.
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