Por P. Justo López Melús

ALIVIO DE CAMINANTES

El rabino Abraham tenía fama de santo y dejó este mundo rodeado del afecto de la comunidad. Cuando llegó a la otra vida, los ángeles quisieron agasajarle y ofrecerle un homenaje. Pero el rabino afligido y como ausente no quería ser agasajado. Finalmente le condujeron ante el tribunal, donde se sintió rodeado de una infinita y amorosa benevolencia y oyó una voz que le decía:

–¿Qué es lo que te aflige, hijo mío?

 –Oh Señor –respondió el rabino–. Yo no merezco estos honores. Aunque fuera considerado un ejemplo para los demás, tiene que haber algo malo en mi vida, y mi único hijo, a pesar de mi ejemplo, ha abandonado nuestra fe y se ha hecho cristiano.

Entonces el Padre Eterno le respondió:

Eso no debe inquietarte, hijo mío. Comprendo muy bien cómo te sientes, porque tengo un Hijo único que también se ha hecho “cristiano”.

(Esto dicen que le pasó a Teodoro Herzl, el fundador del sionismo).

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de marzo de 2024 No. 1495

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