Por P. Justo López Melús

ALIVIO DE CAMINANTES

Hay personas dominantes que no dejan opinar a los demás. Hay cónyuges autoritarios que no permiten a su pareja tener sus propios gustos. Hay pequeños dictadores que tapan la boca sin compasión a sus compañeros. Hay jefes engreídos que nunca permiten disentir. Hay que distinguir entre la conveniente uniformidad y el uniformismo deletéreo.

Los griegos, que tenían mitos para todo, nos hablan de Procusto, que defendía y practicaba el uniformismo a ultranza. Procusto era un posadero que trataba muy bien a sus huéspedes y él mismo los ayudaba a acostarse. Si eran más cortos que la cama, les estiraba la cabeza y los miembros, hasta ajustarlos a la cama. Si eran más largos, cortaba lo sobrante. Luego, por la mañana, lloraba al verlos muertos.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de febrero de 2024 No. 1494

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