Por Mary Velázquez Dorantes

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano publicó el documento Dignitas Infinita, en el que advierte sobre trece graves violaciones a la dignidad humana. Tras cinco años de preparación, este documento ha sido guiado por el Papa Francisco y aprobado por el Cardenal Víctor Manuel Fernández. Para dialogar sobre este documento, El Observador de la Actualidad conversó con la Doctora María Elizabeth de los Ríos Uriarte, doctora en filosofía y Maestra en Bioética.

Dignitas Infinita nos hace un llamado y una advertencia sobre 13 violaciones graves a la dignidad humana. ¿Cómo puede el hombre del siglo XXI atender a ese llamado y tomar conciencia sobre ello?

En primer lugar, considero que es necesario reconocerse a sí mismo como digno, más allá de toda circunstancia para que, de ahí, se pase al reconocimiento que la dignidad de otros está siendo gravemente violada en diferentes escenarios y momentos, y reconocer cómo las propias acciones pueden ayudar en estas violaciones, incluso sin tener conciencia de ello.

En medio de un contexto crítico para la dignidad humana, ¿cuál es el papel que ocupa la bioética en este escenario?

La Bioética al ser una ética racional que parte del dato médico, biológico y científico para estudiar las intervenciones sobre la vida y determinar su licitud ética, ayuda a recordar que tenemos el deber de mirar la realidad para entenderla, juzgarla y después actuar sobre ella. La Bioética convoca a poner a la persona al centro desde una base antropológica y ontológica; resalta que existe una naturaleza humana compartida por todos, sobre la cual descansa el máximo respeto por la vida expresado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que, por ello, las diversas violaciones a los mismos, así como las intervenciones de la ciencia y la técnica, a menudo olvidan este fundamento ontológico sobre todo en aquellos de los que se cuestiona su dignidad en función de su apariencia, circunstancia o condición de vida.

Además, la Bioética al brindar también los conocimientos biológicos y médicos, avalados y confirmados por la ciencia, permite distinguir la introducción de desviaciones y derivaciones innecesarias y desatinadas del desarrollo continuo, coordinado y gradual de la vida humana desde su concepción y de su valor intrínseco hasta su muerte natural.

¿Qué elementos o situaciones han conducido al hombre para enfrentar este tipo de violaciones hacia la persona humana?

Considero que una mentalidad positivista que sólo considera como válidos aquellos elementos que sean comprobables empíricamente, nos ha hecho caer en un reduccionismo que niega cualquier rasgo de espiritualidad que también constituye a la persona humana. En este tenor, y a la par, los sistemas económicos de corte utilitarista y los paradigmas de pensamiento liberalista desafían que, en efecto, y como reza la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “todos seamos libres e iguales”. Estos elementos han categorizado a unos como “descartables”, invitado a cometer reiteradas violaciones a la dignidad humana y a las personas y sus derechos, incluso, bajo la apariencia de legalidad.

Las nuevas ideologías juegan un rol determinante, ¿cómo es que trasgreden al ser humano y lo vulneran?

La Declaración es muy precisa en la violación que recae ante los frecuentes intentos de colonización ideológica, en donde se pretende escindir lo que de suyo es inseparable, esto es, la dignidad humana y su naturaleza como don y lo hecho por acto de su razón y de su libertad. Lo dado y lo creado son una unidad inseparable, su distinción y consecuente separación cae en la ideología que quiere sobreponer la libertad personal sobre la naturaleza humana, incluso cuando la primera altera, daña y atenta contra la segunda.

Concretamente la ideología de género que, en alguna de sus vertientes pretende separar el sexo del género, afecta a la persona y atenta contra su dignidad en la medida en que parte del supuesto de que el cuerpo es una añadidura de la persona y no uno de sus componentes constitutivos. Así, cometer actos que puedan dañar o perjudicar el cuerpo de la persona es dañar y perjudicar a la persona misma. Además, en la ideología de género se da un borramiento de algo que es natural, que es la diferencia sexual, que permite la complementariedad y el enriquecimiento de personas de cara a la generación de una nueva vida. Borrando esta diferencia, se elimina cualquier esperanza de generaciones futuras y se clausura la posibilidad de continuar la vida y, con ella, la especie humana.

¿Qué podemos y debemos hacer para enderezar el camino frente a este tema?

Creo que un compromiso activo, constante y total con la reflexión antropológica, ontológica y ética que se sitúe por fuera de la mentalidad cortoplacista, nos dará la oportunidad de mirar más allá de toda circunstancia y/o condición a los que nos rodean y también a nosotros mismos.

Hay que pasar del mero cumplimiento del deber, es decir, de la acción pasiva y tolerante, a la acción proactiva que anticipe escenarios riesgosos y que denuncie abusos y tendencias que violentan a las personas, sean quienes sean y se encuentren en la situación en que se encuentren. Hace falta audacia para reconocer que la vida es siempre un don y que, aunque la persona decida con su libertad actuar y elegir el mal y sumirse en la angustia y el desánimo, posee una dignidad que no depende de nada ni de nadie. Por ende, no se necesita una multiplicación innecesaria de documentos jurídicos para insistir en la protección de todas las personas.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de abril de 2024 No. 1502

 

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