Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética 7 de abril de 2024

Este domingo está lleno:

+ Es la OCTAVA DE PASCUA, ocho días que para la Iglesia han sido uno solo, en los que ha repetido en el Oficio Divino y en la Eucaristía: «Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo»: el día de su santo Esposo Jesús Resucitado.

+ Hoy los catecúmenos que se bautizaron en la Vigilia Pascual dejan sus vestiduras blancas porque para la Iglesia han llegado a la madurez de los hijos de Dios: «Domingo in albis».

+ Hoy celebramos la DIVINA MISERICORDIA, es decir, a Jesús que es la personificación de la misericordia del Padre.

El gran san Juan Pablo II pidió la celebración de esta fiesta en el día de la octava de la resurrección, y él, en las primeras vísperas de este día, subió al cielo para alabar a Jesús.

Como revelación del mismo Jesús, santa Faustina Kowalska ha escrito estas palabras del Señor: «Pinta una imagen según el modelo que ves y firma: “Jesús, confío en ti”».

La misma santa explica lo que Jesús le reveló respecto a la imagen y a los rayos que brotaban de ella:

«Los rayos significan la sangre y el agua. El rayo pálido significa el agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas… Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza».

Uno de los regalos que hoy vamos a recordar será el de la Divina Misericordia que es Jesús: Al Padre Dios siempre lo encontraremos en Jesús resucitado.

Hechos de los apóstoles

Es una maravilla profundizar en la vivencia del Resucitado en la primera comunidad cristiana, hasta el punto de decirnos San Lucas que «en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía».

Así vemos qué hermoso era vivir la auténtica caridad, no solo en la cabeza y en el corazón, sino también en la vida práctica.

Y lo más bello era «que Dios los miraba a todos con mucho agrado».

A eso, amigos, debemos aspirar todos: que Dios se goce en nosotros.

Salmo 117

Es el salmo de la victoria que nos invita a agradecer a Dios por su Divina Misericordia:

«Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia».

Esa gran bondad de Dios ha hecho que los que maltrataban a Jesús sepan que Dios lo ha puesto como cimiento de todo:

«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular: es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente».

1Carta de San Juan

Los nacidos de Dios vencemos al mundo y al pecado por Jesucristo, personificación de la Divina Misericordia.

De Él nos dice San Juan: «este es el que vino con agua y con sangre, Jesucristo: no solo con agua, sino con agua y con sangre. De esto da testimonio el Espíritu Santo» (el agua se refiera al bautismo y la sangre a la Eucaristía).

Verso aleluyático

Jesús felicita a Tomás por haber creído, pero añade en seguida, que tenemos más mérito los que creemos por la fe sin haber visto: «Dichosos los que crean sin haber visto».

Evangelio

Jesús quiere que vuelvan al redil todos los que habían estado con Él y empieza las distintas apariciones y, a través de ellas, multitud de regalos. Veamos algunos:

+ La paz que no es como la que da el mundo, es «mi paz».

+ El envío maravilloso para que sean misioneros como Él: «Como el Padre me envió así también os envío yo».

+ El don del Espíritu Santo: «Reciban el Espíritu Santo».

+ El don de perdonar: «A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados…»

+ A esto podemos añadir lo que dice San Juan: «Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras».

Qué importante esto último para que nosotros, en estos tiempos difíciles, distingamos siempre la verdad de Jesús en la Palabra de Dios.

Finalmente, como es el octavo día de la Pascua, hoy se aparece Jesús a Santo Tomás que se negaba a creer la resurrección y todo terminó con el gran regalo del apóstol que nos ha enseñado a repetir, ante Jesús: «Señor mío y Dios mío».

Un día importante para agradecer a Jesús, el Señor de la Divina Misericordia, por tantos regalos que dio a la Iglesia naciente y a todos nosotros con su resurrección.

 
Imagen de D Casp en Pixabay


 

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