Por P. Eduardo Hayen Cuarón
El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senadores. El evangelio de este domingo nos dice: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». El sentido de una poda a nivel nacional a través de las elecciones es renovar al gobierno para cortar los proyectos que los ciudadanos consideramos que hacen daño al país, y hacer crecer los sarmientos que traerán el mejor vino para todos.
La poda de la vid es comparable al trabajo de un escultor con un bloque de mármol. El artista imagina su obra, y con el cincel quita lo que estorba a la piedra para darle forma y sacar a la vista su sueño. ¿Qué clase de sociedad mexicana está en nuestros sueños? Somos nosotros los que, con nuestro voto, ayudaremos a cincelar el gobierno que queremos. Tomemos momentos para reflexionar sobre tres aspectos de la vida pública –entre otros– que nuestros obispos consideran que son importantes para salvaguardar el auténtico progreso: el fortalecimiento democrático; la libertad de expresión y la libertad religiosa; y el Estado de Derecho y la legalidad.
Vayamos a votar por un auténtico estado laico que respete la legítima autonomía de lo temporal y valore la contribución que los creyentes hagamos a la vida pública. Fortalezcamos con nuestro voto las instituciones que garantizan los derechos humanos y las libertades fundamentales. ¿Queremos fortalecer instituciones democráticas como el INE, el TEPJF, la CNDH, el INAI y la UNAM, o queremos su debilitamiento?
Es muy importante que México tenga libertad de expresión y libertad religiosa. Un país amordazado en su opinión pública se convierte en una dictadura; un país donde las religiones no son escuchadas y a las que no se les toma en cuenta para construir el bien común, y donde incluso son perseguidas, se convierte en un sistema opresivo e inhumano que vive desconectado de la Verdad a la que todos tenemos derecho de proclamar. Pensemos, con mi voto ¿México tendrá más libertad de expresión y libertad religiosa?
Miremos el país en materia de corrupción e impunidad. Han sido décadas en las que no hemos podido quitar estos lastres. Los frutos de nuestra viña son escasos, casi nulos en estos rubros. Ocupamos, del menos corrupto al más corrupto, en una lista de 180 países, el lugar 126. Salir a votar el 2 de junio debe ser para fortalecer el Estado de Derecho que coloque límites a los abusos del poder político, así como fortalecer el imperio de la ley para incrementar la justicia recta e imparcial para todos, especialmente para los más débiles.
Para un católico votar es un deber inexcusable. El voto debe de ser bien razonado en vistas al bien común, que es crear el escenario público adecuado para que cada mexicano se aproxime, lo más posible, a conseguir una vida que le permita desarrollarse dignamente como persona humana. Y no sólo eso, sino para que la imagen de Cristo se vaya reproduciendo en cada alma que habita este país. Ese es el fin último de la vida, ese es el sueño de Dios, el gran Viñador, el divino Escultor a quien ayudaremos con nuestro voto el 2 de junio para hacerlo realidad.
Publicado en blogdelpadrehayen.blogspot.com