EDITORIAL

El primer dato —y el más relevante— de estas elecciones es que gane quien gane la presidencia de la República tendrá que gobernar de cara a la sociedad civil. El sistema de partidos políticos está quebrado. Roto. Los hombres y las mujeres de México han despertado. Ya no quieren el “carro completo”. La dictadura, ya sea de uno/a solo/a o de un partido, está condenada a muerte.

La decisión de las urnas va a confirmar lo dicho. Para cualquiera que se siente en la silla presidencial el reto será enorme. Si lo sabe aprovechar será maravilloso. Dejar atrás las “cuotas” de partidos, los compadrazgos, las prebendas y los cochupos para transitar, de la mano, con la gente. Otra cosa —se lo aseguramos— será querer volver al pasado. Tiempos oscuros le esperan y nos esperan. Democracia por imposición, por abuso de la mayoría, por uso indiscriminado de la palabra “pueblo”.

Lo peor que le puede pasar a México es retornar al pensamiento único. No es el contexto mundial el que lo aprueba. Ortega, Maduro, Putin, claros ejemplos del desastre de la ideología. Y el desastre vendría aparejado en nuestra patria si quien llegue al poder se empeña en seguir la división que hoy alcanza los terrenos de la alarma. Va a terminar mal. Nosotros también.

En El Observador hemos cumplido con nuestro deber. Alentando a la gente a votar hoy 2 de junio. Si todos elegimos la pluralidad, el respeto, el orden y la aceptación de los resultados, vamos a tener un día soleado entre nubarrones de tormenta. Si lo contrario, vienen días de ira. A nadie —mucho menos a quien triunfe— le conviene navegar entre esas aguas. Si el cálculo político es fino, tendrá que pactar con nosotros. Tendrá que ver el rostro de todos. Y así construir una nación. Si solo ve el rostro de los suyos, no hay duda: estamos perdidos.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de junio de 2024 No. 1508

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