Editorial
Publicamos, en este número, un extenso reportaje de lo que hubo detrás de la célebre carta emitida en 2003 por don Mario De Gasperín Gasperín: Un católico vota así. Una carta que motivó que el partido México Posible (hoy en el olvido) interpusiera una demanda en su contra. No prosperó, pero dejó honda huella en muchos de nosotros —de los que componemos El Observador— por haberse difundido en estas páginas.
El que quiera leerla en su totalidad —cosa importante dado que vienen las dos semanas decisivas para las elecciones del 2 de junio— la encuentra en nuestra página web www.elobservadorenlinea.com Importante porque no puede (ni debe) uno que se dice católico desprenderse de la vida política. Ése tal es al que consideraban los griegos un idiota, es decir, aquel al que solo le preocupa su bien y le da lo mismo el bien común.
Eso no lo dice don Mario en su finísimo análisis que sigue siendo referencia obligatoria en muchos puntos del país y en otros lugares del mundo hispanohablante. Eso decían los griegos cuando se fundó la democracia, en Atenas, en el Siglo V a. C. Y sigue siendo válido, especialmente para los que por la fe sabemos perfectamente que solo el amor al otro y el respeto a la dignidad humana (bajo cualquier circunstancia) es lo que puede salvar a un pueblo.
Decía el cardenal Ratzinger —ya lo hemos citado en este espacio— que la ruina de una cultura, de una nación, sobreviene cuando olvida sus grandes fuerzas morales y religiosas.
Lo que hemos querido hacer en El Observador estas últimas semanas y siempre es que nuestros escasos lectores (por desgracia cada día más escasos) hagan conciencia que México, nuestro querido México, tiene su origen como nación bajo el manto de Guadalupe. Un manto de concordia, unión y caridad impreso en el ayate. Ojalá, también, esté impreso en los corazones de todos los católicos y lo hagamos verdad el 2 de junio, votando por el bien posible, aunque sea modesto…
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 19 de mayo de 2024 No. 1506