Por Mauricio Sanders
Ni a un terremoto con ciclón debemos tener más miedo que a un gobierno cuando toma medidas obligatorias basadas en estudios de expertos, que podrán ser expertísimos en sus áreas de competencia, pero saben muy poco de la gente como uno, de cómo vivimos y qué queremos. Los expertos poseen técnica de Proteo, pero carecen de la sabiduría que pidió el rey Salomón. En consecuencia, planificando para el próximo sexenio, estropean el siglo venidero.
México tiene una añeja historia de desastres con epicentro en el escritorio de un burócrata. Ahora hablaremos de uno bastante viejo, cuyas consecuencias todavía resiente el país: “la consolidación de vales reales”, ordenada por el rey Carlos IV en 1804. Al haber destruido el sistema de crédito para pequeños y medianos productores, este desastre está en el origen de las angustias que aún hoy sufre el dueño de una PYME, cuando necesita pedir prestado para financiar sus operaciones.
Con la consolidación de vales reales, el gobierno obligó a las “cofradías”, cientos de instituciones locales que en aquel entonces realizaban la función de prestar dinero que hacen los bancos de ahora, a entregarle sus activos y capitales. A cambio, el gobierno extendió a las cofradías unos papeles, garantizando el pago de un interés de 3% sobre los depósitos incautados. A pesar de la garantía, la medida equivalió a una expropiación.
Con esta medida, las cofradías tuvieron que exigir pagos inmediatos por préstamos que tenían contratados a largo plazo. Como resultado, la economía mexicana se paralizó en todos los niveles. Sin embargo, los más afectados fueron los profesionistas, abogados y médicos, los pequeños agricultores, comerciantes y mineros y todo aquel que tuviera su carpintería, su panadería o su sastrería, es decir, la clase media de esos tiempos. Como siempre, los muy acaudalados contaban con recursos a la mano para sortear el temporal.
Aunque la medida fue suspendida en 1809, debido a las protestas generalizadas que provocó, atizó la rabia popular que estalló con el grito del cura Hidalgo. Aun habiendo sido suspendida, sus efectos nocivos perduraron, pues en doscientos años México no ha logrado reconstruir un sistema eficaz de banca local en ciudades pequeñas y medianas, ideado para recibir depósitos de gente del lugar y otorgar crédito a gente del lugar. Un sistema semejante todavía es factor considerable para generar riqueza en Estados Unidos.
El pasado ya pasó. Es imposible dar marcha atrás en el tiempo. Sin embargo, cuentos horripilantes como el de la consolidación de vales reales nos pueden ayudar a parar las antenas y andarnos con cuidado, cuando el gobierno propone medidas radicales para solucionar arraigados problemas. Aunque hay enorme diferencia entre las cofradías y las AFORES, también hay semejanzas, aparte de las erres y las efes que se repiten en ambas palabras.
En México hay males muy antiguos. Uno de los más malignos es el de tener gobiernos urgidos de dinero a los que les da por tomar medidas obligatorias basadas en estudios de expertos, lo mismo en el Virreinato, la Independencia, la Reforma, el Porfiriato, la Revolución o en el México de ahora, que lleva cuarenta años sin saber ni cómo se llama el pobre.
Un mal gobierno puede hacer mucho mal en un sexenio. Una larga serie ininterrumpida de buenos gobiernos puede hacer bastante bien en un siglo.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 19 de mayo de 2024 No. 1506