Por Rebeca Reynaud
Los sentimientos tienen dos caras; alegría y tristeza, amor y desamor, paz y ansiedad, generosidad y egoísmo, entusiasmo y mal humor… El águila bicéfala mira hacia el pasado y hacia el futuro. Los sentimientos pertenecen al campo de la afectividad. Los sentimientos positivos o negativos nos acercan o nos alejan de las personas. Las pasiones son estados afectivos más intensos que tienden a nublar la razón.
Las fronteras entre sentimientos, pasiones, emociones y motivaciones son borrosas, unas y otras se cruzan. Las tres grandes herramientas de nuestro patrimonio psicológico son la afectividad, la inteligencia y la voluntad, afirma el psiquiatra Enrique Rojas.
La inteligencia abre una ventana para acercarse a lo que ve, la voluntad toma las decisiones, en cambio, “el sentimiento es un paisaje interior que refleja lo que está sucediendo en la intimidad de la persona” (Comprende tus emociones, p. 27).
Es vital echar fuera las ideas negativas y los presagios que distorsionan nuestra realidad.
Tener control sobre la vida afectiva es un signo de madurez. Si a una persona comprometida se le va el corazón a otra parte, fuera de su matrimonio, tiene tres elementos decisivos para un mejor control: tener bien educadas la afectividad, la inteligencia y la voluntad. Entre ellas debe haber concordancia y ese es el reto.
Hay personas que desde niños viven la templanza porque aplazan un placer -como tomar agua, un refrigerio o un chocolate- para después; otros aprenden a compartir con sus hermanos o amigos. Y eso las educa en el autocontrol.
¿Qué es el amor?
El motor de los motores de nuestra existencia es el amor, sostiene Enrique Rojas. Amor es aprobar, afirmar, dar por bueno que esa persona exista. El amor empieza en el corazón, pero debe encaminarse a la cabeza, debe discernir qué tan bueno es para mí y para la otra persona. Para enamorarse hay que estar abiertos al mundo en general, no centrados en una persona, y entonces está uno en condiciones de asombrarse. El amor no es un sentimiento, es una emoción capaz de cambiar la trayectoria de una vida.
Hay tres elementos para que el enamoramiento se produzca: atracción física, atracción psicológica y admiración. La atracción psicológica se refiere a la belleza interior.
En Occidente el hombre se enamora por la vista y la mujer por el oído. La belleza de la mujer ha perdido a muchos hombres. El amor hipoteca la cabeza en el sentido de no dejar de tener a esa persona en la mente.
Acertar en la elección afectiva significa que la otra persona va a convertirse en la mitad de uno mismo. El amor es el fin del hombre y el principio de la felicidad. Sin embargo, si no se acierta, puede ser el principio de la infelicidad.
La mujer hace más humano al hombre y también más espiritual; el hombre da seguridad a la mujer. Aquí la llegada del amor ennoblece. Eso va transformando a esas dos personas y las hace mejores.
En la vida actual ocurre lo siguiente: el hombre fingiendo amor, lo que busca es sexo; y la mujer fingiendo sexo lo que busca realmente es amor.
El auténtico amor es selectivo, se elige con libertad. No hay verdadero amor sin elección. El amor sin elección suele llevar a errores serios y a equivocaciones en las expectativas. El animal se reúne, el ser humano se encuentra. El amor debe ser un encuentro enriquecedor.
Ahora bien, el amor inteligente está hecho de cabeza, corazón y cultura: Sentimientos, razones y espiritualidad. Cuando el amor llega puede ser ciego, pero cuando se va es muy lúcido. Esto se ve claro en una serie de cuatro capítulos de RusFilmes titulada “El fantasma de la felicidad” (YouTube).
El amor es un sentimiento y una decisión, lo más importante es la voluntad humana, que puede querer o no querer libremente.
Vivimos en la “cultura de la inmediatez” por eso muchos amores se construyen con materiales de derribo, con muy poca consistencia, quizás por pura atracción física y cada uno con una jerarquía de valores bien distinta. Si esa relación es de noviazgo, lo mejor es romper. Dice Don Quijote: “El que acierta en el casar ya no le queda en qué acertar”. El desamor es hoy uno de los motivos de mayor sufrimiento, pero el problema es la base, fallan los cimientos, sin embargo, siempre se puede volver a empezar. Hay esperanza.
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