Por P. Fernando Pascual
Evitamos todo aquello que pueda empeorar las cosas. Buscamos y emprendemos aquello que, esperamos, pueda mejorar las cosas.
Una enfermedad, un accidente, un despido, una subida de precios, empeoran nuestras vidas.
Una curación, un encuentro fortuito, una subida del salarios, mejoran nuestras vidas.
Nuestra existencia transcurre entre situaciones de mejoría y situaciones que llevan a empeoramientos. Las primeras nos llenan de alegría. Las segundas nos abruman y entristecen.
¿Por qué vemos algo como peor? Porque pensamos que nos quita bienes importantes, o nos impide actividades deseadas, o nos aparta de seres queridos.
¿Por qué vemos algo como mejor? Porque nos enriquece de algún modo, porque nos permite realizar eso que tanto deseamos, porque nos une a personas amadas.
En cierto modo, cada momento de la vida implica empeorar, por algún desgaste o una pérdida, o mejorar, gracias a alguna ganancia o triunfo.
Al constatar esto, podemos sentir cierto miedo: ¿este dolor de cabeza significa que ha iniciado una enfermedad temida, que me impedirá vivir como lo he hecho hasta ahora?
Otras veces nos llenamos de esperanza: hay señales de una mejora a nivel emotivo, en las relaciones, en la ciudad o, incluso, en el Estado.
Gracias a Dios, lo que ahora empeora puede luego mejorar. Pero tememos que esa situación estable y buena que ahora disfrutamos termine pronto y empiecen nuevas dificultades.
La vida es así: se mueve entre esos momentos difíciles, que no podemos nunca excluir completamente, y esos otros momentos que alivian y llenan de gozo.
Solo tras la muerte nuestras vidas podrán llegar a la plenitud y la alegría de lo que es bueno sin sombras de dolor ni de amargura, si hemos sabido vivir en Dios y si hemos acogido su misericordia.
Mientras, desde la ayuda de Dios, y con un sano realismo, seguimos en el camino de lo cotidiano. Lo recorremos entre sombras y luces, con una lámpara de esperanza que nos permite afrontar, serenamente, cada momento que inicia lleno de misterios y promesas…
Imagen de Bjørnar Kibsgaard en Pixabay