Por Mauricio Sanders
Ya es 2 de junio. Vota por quien quieras, pero vota. Votar es un acto de amor por México. Vota por tu calle, por tu cuadra, por tu colonia, vota por el pueblo donde naciste y la ciudad donde vives, por “diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos”, parques y plazas, iglesias y fortalezas, por “varias figuras de su historia, montañas y tres o cuatro ríos”.
México no es el Presidente de la República, los gobernadores ni los alcaldes. No es el Congreso de la Unión ni el Poder Judicial de la Federación. No es la Constitución, la bandera, ni el himno. México empieza cuando sales de tu casa, empieza con tus vecinos, con tus compañeros y maestros, con tus colegas y jefes, con tus clientes, proveedores y socios. Empieza por la gente que conoces, con quien tratas a diario, con los que puedes trabajar y jugar.
México es el nombre que le damos a la gente como nosotros con quien nos juntamos para hacer lo que no podríamos hacer solos. México es un conjunto de conjuntos de conjuntos de personas, de voces, de rostros, de decepciones e ilusiones, de lágrimas y risas, tristezas y alegrías. México es tus grupos, comunidades y sociedades. Vota por amor a esa gente, a las cosas que hacen juntos, al lugar donde las hacen.
En cosas, lugares y personas concretas empieza la patria y, desde ahí, se sigue hasta el Estado mexicano, una abstracción compuesta de abstracciones: población, territorio y gobierno. Para ir a votar, no pienses en el Estado, pues tendrías que ser tonto y loco para amar al Estado. Votar es de intereses, pero no sobre todo de intereses. Es de ideas, pero no nada más de ideas. También votas con el sentimiento. Votas por razones que nada más tu corazón entiende. Para ir a votar, piensa en aquello que amas. Piensa en concreto. Piensa en cosas, lugares y personas. Ésa es tu patria, única e irrepetible como tú.
Yo pensaré en una mañana fresca en Carrizalillo y una tarde lluviosa en Los Azufres; en un caballo de Calpan, un venado de Orizaba y una gata de Coyoacán; en el sabor del pescado en hoja santa y el del agua de pitaya, en el de los nísperos, los mangos y los capulines; en una biblioteca en San Ángel, unos frontones en Santa Úrsula Coapa, unos baños de vapor en San Ángel; en un niño en Puebla; un viejo en Delicias; una anciana en Iguala. Pensaré en un larguísimo etcétera donde hay canciones y poemas, pintores y músicos y edificios en ruinas, sea porque son muy viejos, sea porque están muy descuidados.
Votar es una forma sencilla de mostrar amor por México. ¿Hay más? ¿Hay otras? Por supuesto que sí. Nuestro país será un mejor país si nos decidimos a amarlo en esa multitud de formas que no son votar, por ejemplo, recorrerlo sobre ruedas y dejar de hablar pestes de él. ¿México es el mayor amor para amar? Por supuesto que no. Poco amor tendríamos por nosotros mismos, por nuestros semejantes, por la vida, la verdad y la libertad, poco amor por México si lo erigimos en el objeto central de nuestra fe, esperanza y amor.
Es ya 2 de junio. Vota por el que quieras, pero vota, porque entre más amas, eres más.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de junio de 2024 No. 1508