Por P. Fernando Pascual

¿Qué experimenta un fan cuando se encuentra con el cantante al que tanto admira? Solo el fan puede responder qué hay en su corazón, y por qué se siente como absorto ante este cantante.

¿Qué siente el cantante al encontrarse con miles de fans en sus conciertos, o en los diversos lugares donde se cruza con ellos? Cada cantante responderá de manera diferente a esta pregunta.

Basta con ver esa sencilla escena: un cantante (o una cantante), en el palco, con miles de personas. La barrera de contención deja pasar a algunos admiradores. Uno se acerca al palco y consigue intercambiar unas palabras con el cantante.

Parece un momento mágico. El cantante, si está en buena forma, saluda con afecto y cercanía a su admirador. Éste se siente feliz: ha gozado de unos segundos junto a quien es uno de sus sueños.

Luego, la vida sigue su camino. Quizá el cantante apenas reconocería a aquel a quien saludó fugazmente en un concierto. En cambio, el admirador declara que nunca podrá olvidar el momento en el que su “ídolo” le dirigió una mirada y unas palabras.

El fenómeno de los cantantes famosos muestra ese deseo de afecto que tiene todo ser humano. El cantante necesita de su público. Y los fans sienten una alegría inmensa al escuchar y ver a su cantante favorito.

Pero todo ello resulta frágil y pasajero. El cantante tiene su vida, y no puede ni remotamente recordar cientos de rostros de quienes le dan la mano, le piden un autógrafo, le sonríen en un estadio.

Los admiradores pueden engañarse si llegan a suponer que su cantante les recuerda, lo cual es prácticamente imposible. Incluso en el mejor de los casos, un fan puede seguir en la memoria del cantante por un tiempo, pero poco más.

No es un consuelo marginal ni imaginario, pero cada ser humano puede reconocer que existe Alguien para quien resulta importante y que recuerda siempre a cada uno.

Ese Alguien, Dios, nos tiene en su corazón, y desea ofrecernos ese afecto que tan necesario nos resulta, sea para atravesar momentos difíciles, sea para compartir alegrías sanas y reparadoras.

Un cantante ha saludado a un fan. Le ha puesto su propia gorra en la cabeza. Es un momento mágico, pero fugaz. Mientras, en el horizonte de lo cotidiano, el fan y el cantante pueden abrirse al amor verdadero que nunca termina, y que se encuentra en un Dios que es nuestro Padre de los cielos…

 
Imagen de Vishnu R en Pixabay


 

 

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