Por P. Fernando Pascual

Pensamos muchas posibles acciones. Llevamos a la práctica solo algunas de ellas.

Así, en ocasiones pensamos en un modo para mejorar nuestro descanso, o en la utilidad de leer ese libro de historia, o en la importancia de ir al campo una o dos veces al mes.

Luego, el tiempo pasa, y quizá lo único que hemos puesto en práctica fue la lectura del libro, mientras que las otras ideas quedaron en el baúl de los buenos deseos…

Nos resulta útil reflexionar un momento sobre aquellas ideas que llevamos a cabo. ¿Por qué leímos ese libro? ¿Por qué no buscamos, en serio, un día al mes para salir al campo?

Quizá leímos el libro porque nos resultó fácil, o porque nos enganchó desde el inicio, o porque varios amigos nos lo habían recomendado.

La excursión, en cambio, quedó en el aire porque nos dimos cuenta de que la mochila estaba en malas condiciones y nos dio pereza comprar otra, o porque durante el mes hubo muchos días de lluvia.

Las decisiones concretas que tomamos permiten poner en marcha proyectos y deseos que hemos visto realizables, y que han cautivado con más fuerza nuestros corazones.

No todo lo que hacemos resulta provechoso. En ocasiones, por desgracia, tenemos que lamentar haber puesto en marcha una idea o deseo que nos ha causado daño o que ha herido a un familiar.

Lo importante es identificar qué ideas y proyectos promueven bienes importantes y necesarios para nuestras vidas y para las vidas de quienes, de un modo u otro, están relacionados con nosotros.

Luego, pueden ocurrir imprevistos que nos llevan a posponer un proyecto bueno. No importa: tras afrontar lo inesperado, podremos volver a la carga y encontrar el tiempo oportuno para llevar a cabo ese proyecto que, esperamos, sea un paso concreto hacia la felicidad auténtica que surge cuando alcanzamos un ideal bueno que hemos acogido en nuestros corazones.

 
Imagen de Mario en Pixabay


 

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