Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
El pragmatismo y la tecnología, traen grandes beneficios, pero se corre el peligro de hecho de volcarse hacia el exterior y olvidarse de la dimensión interior con graves consecuencias. El costo del bienestar, del trabaja excesivo y esclavizante, se paga caro por el olvido de lo esencial.
Se puede llegar a una ‘sociedad del cansancio’ como la describe Byung-Chul Han, sociedad de depresivos y fracasados.
Ayer como hoy, Jesús se compadece de las multitudes ‘que andaban como ovejas sin pastor’ (Mc 6, 30-34). Invita a sus discípulos ‘a descansar un poco’ (Ibídem).
En su condición humana revela su condición divina como ‘Sabath’-Descanso. Dios mismo es el Descanso, el Reposo. Por eso esas palabras tan consoladoras que nos dice de modo permanente: ‘Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera’ (Mt 11, 28-30).
Jesús nos lleva a todos y a cada uno en su Corazón; nos mira con calma y ternura, nos abraza. Hoy más que nunca los discípulos hemos de acercarnos a él y en él prolongar, en cierta manera, la escucha compasiva suya con los humanos, nuestros hermanos.
Saber descansar en la familia, en la comunidad de oración, en la contemplación de toda la obra de Dios. Saber orar y saber reír como expresiones de madurez y sabiduría. Saber gozar de la amistad, del silencio orante y contemplativo.
A veces el cansancio se duplica porque se absolutizan los problemas. Quien tiene fe en Jesús puede relativizar ciertas situaciones para enfrentar con serenidad las dificultades.
Es necesario recuperar la vida interior y la conciencia de quien anda en la presencia amorosa de Dios.
En Jesús se puede superar el agobio, la dispersión, el cansancio, el estrés. Él es nuestro Reposo y nuestra fuente de paz.
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