Por P. Fernando Pascual

El demonio desea nuestro daño. Nos tienta de mil maneras. Busca que nos apartemos de Dios y que lleguemos a la desesperanza.

San Juan Crisóstomo explicaba a sus oyentes tres ataques del demonio, que necesitamos conocer para no caer en sus trampas. Estas son las palabras del santo:

“Así, pues, aquel maligno espíritu, de lo pequeño sabe pasar a lo grande, y de lo grande, a la desesperación, que es otra traza suya peor que la primera. Porque no nos pierde tanto el pecar como el desesperar después de haber pecado. El que ha pecado puede, rápidamente por la penitencia, remediar lo pasado; pero si se desalienta y no se arrepiente, con ello se hace imposible la curación al no aplicar los remedios de la penitencia. Y todavía nos tiende una tercera emboscada, la más grave de todas, y es cuando cubre los pecados con apariencia de piedad”.

El primer ataque del demonio es el más frecuente y “fácil”: tentarnos para que pequemos. Frente a ese primer ataque, si hemos caído en el pecado, san Juan Crisóstomo nos invita a recurrir rápidamente a la penitencia, es decir, a la confesión de nuestras faltas para pedir perdón a Dios.

El segundo ataque resulta de especial peligro: busca que desesperemos. Cuando vemos que un pecado se repite una y otra vez, o cuando, de modo sorprendente, caemos en un pecado grave, el demonio nos arrastra a una mala tristeza, nos insinúa que no merecemos el perdón de Dios.

Aquí el santo no ofrece un remedio, pero es claro que desde la humildad y la confianza, podemos superar este segundo ataque del demonio.

El tercer ataque (o emboscada) sería el más grave: que lleguemos a pensar que un pecado sería algo bueno, incluso piadoso.

¿Por qué es algo tan grave? Porque implica una terrible corrupción de la conciencia, que nos lleva a declarar “bueno” lo que está mal, lo que es pecado.

Frente a estos ataques del demonio, necesitamos resistir, sobre todo rechazando cualquier condescendencia hacia el pecado, también cuando parece un “pecado pequeño”.

San Juan Crisóstomo cita diversos pasajes de la Escritura que ayudan a lograr fácilmente la victoria. Lo importante es mantenernos alerta ante los ataques del demonio, cuidar las cosas pequeñas (tienen su importancia), confiar siempre en la misericordia de Dios. Estas son algunas de sus palabras de exhortación:

“Sabiendo, pues, todo esto, pongamos como una muralla a todas esas mañas que pervierten a los tibios, el conocimiento que nos dan las Escrituras. No digáis: ¿Qué mal es mirar curiosamente a una mujer? Pues si cometes el adulterio en tu corazón, pronto lo cometerás también en la carne. No digas: ¿Qué tiene que ver que pase de largo junto a este pobre? Pues si pasas de largo por uno, luego pasarás por otro, y luego por otro. Ni tampoco digas: ¿Qué inconveniente hay en codiciar lo de mi prójimo? (…) Así, pues, para no merecer ese castigo, mantengámonos limpios de toda violencia y de toda rapiña, guardémonos no solo de los pecados, sino de sus principios, y practiquemos la virtud con el mayor empeño. Y de este modo alcanzaremos los bienes eternos, por la gracia y misericordia de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

(Los pasajes aquí reproducidos se encuentran en san Juan Crisóstomo, Homilía 86, de sus Homilías sobre el Evangelio de San Mateo).

 
Imagen de Fábio Almeida de Oliveira Adônes en Pixabay


 

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