En la fase final del recorrido de catequesis sobre el discernimiento, el Papa Francisco hace un llamado a permanecer vigilantes a lo que pasa dentro de nosotros, porque el mal espíritu siempre aprovecha las ocasiones para “entrar en nuestra casa”, para meterse dentro del corazón y alejarnos del Señor.

DISCERNIMIENTO

Al inicio de las catequesis el Papa Francisco comenzó con el ejemplo de san Ignacio de Loyola; después consideró los elementos del discernimiento —es decir, la oración, el conocerse a uno mismo, el deseo y el “libro de la vida”—; se detuvo en la desolación y la consolación, que forman la “materia”, y así hasta llegar a la confirmación de la decisión tomada.

La vigilancia

Es entonces que da paso a la vigilancia para que no se pierda todo el trabajo realizado para discernir lo mejor y tomar la decisión correcta. “Nosotros hemos hecho el discernimiento, consolación y desolación; hemos elegido una cosa… todo va bien, pero ahora vigilar: la actitud de la vigilancia. Porque de hecho hay un riesgo, como hemos escuchado en el pasaje del Evangelio que se ha leído. El riesgo es que el “aguafiestas”, es decir, el Maligno, puede arruinarlo todo, haciéndonos volver al punto de partida, es más, a una condición aún peor. Y esto sucede, por eso es necesario estar atentos y vigilar. Por eso es indispensable estar vigilantes. Por tanto, hoy me ha parecido oportuno destacar esta actitud, que todos necesitamos para que el proceso de discernimiento llegue a buen término y permanezca ahí.

Custodiar el corazón

Vigilar para custodiar nuestro corazón y entender qué sucede dentro. Se trata de la disposición del alma de los cristianos que esperan la venida final del Señor; pero se puede entender también como la actitud ordinaria que hay que tener en la conducta de vida, de forma que nuestras buenas decisiones, realizadas a veces después de un arduo discernimiento, puedan proseguir de forma perseverante y coherente y dar fruto.

Se dice que el espíritu impuro, cuando vuelve a la casa de la que había salido, «la encuentra desocupada, barrida y en orden» (Mt 12,44). Debemos custodiar siempre nuestra casa, nuestro corazón y no estar distraídos… porque aquí está el problema.

Entonces, el espíritu malo puede aprovecharse y volver a esa casa. Pero el Evangelio dice que no vuelve solo, sino junto a otros «siete espíritus peores que él» (v. 45). Una mala compañía, una banda de delincuentes. Estad atentos a estos diablillos, a estos demonios: el diablo es educado, cuando finge ser un gran señor. Porque entra con la nuestra para salirse con la suya. Es necesario custodiar la casa de este engaño de los demonios educados. Y la mundanidad espiritual va por este camino, siempre.

El demonio engaña y se disfraza

Muchas veces perdemos, somos vencidos en las batallas, por esta falta de vigilancia. Muchas veces, quizá, el Señor ha dado muchas gracias y al final no somos capaces de perseverar en esta gracia y lo perdemos todo, porque nos falta la vigilancia: no hemos custodiado las puertas. Y además hemos sido engañados por alguien que viene, educadamente se mete dentro y adiós… el diablo tiene estas cosas. Cada uno puede también verificarlo pensando en la propia historia personal. No basta con hacer un buen discernimiento y tomar una buena decisión. No, no basta: es necesario permanecer vigilantes, custodiar esta gracia que Dios nos ha dado, pero vigilar, porque tú puedes decirme: “Pero cuando yo veo algún desorden, me doy cuenta enseguida que es el diablo, que es una tentación…” sí, pero esta vez viene disfrazada de ángel: el demonio sabe disfrazarse de ángel, entra con palabras corteses, y te convence y al final es peor que al principio… Es necesario permanecer vigilantes, vigilar el corazón. Si yo preguntara a cada uno de nosotros y también a mí mismo: “¿qué está sucediendo en tu corazón?”. Quizá no sabríamos decir todo: diremos una cosa o dos cosas, pero no todo. Vigilar el corazón, porque la vigilancia es signo de sabiduría, es signo sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer y la humildad es el camino maestro de la vida cristiana.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de enero de 2023 No. 1437

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