Por Alejandro Cortés González Báez
Como no soy psicólogo ni psiquiatra, no estoy capacitado para dar diagnósticos concretos sobre las enfermedades mentales, sin embargo, todos sabemos que, dentro del amplísimo espectro de dichas enfermedades, como sucede con los padecimientos corporales, hay grados que van desde los débiles hasta estados muy profundos o graves.
Entiendo que el egoísmo no se cataloga como una patología mental, sin embargo, con frecuencia comprobamos cómo en muchas enfermedades psíquicas aparecen manifestaciones egoístas. De alguna forma todos hemos de admitir que en muchos momentos de nuestras vidas nos hemos dejado arrastrar por esta actitud provocando distanciamientos y problemas con otras personas.
Ahora bien, existe un padecimiento del egoísmo extremo que sí es considerado como patológico: el egotismo. Las personas “egotistas” son capaces de negar la realidad, con tal de hacer ver que nunca se equivocan. Tienden a invalidar la experiencia y la opinión de los demás. Además, son insistentes, y suelen tener un gran poder de convencimiento. Los egotistas no asumen la responsabilidad de sus propios actos.
A los egotistas los encontramos en todas partes, y su enfermiza condición suele crear problemas que pueden hacer mucho daño en su entorno; de manera especial cuando ocupan puestos de mando en la familia, en el trabajo, en los diversos grupos sociales y en la política. Hace poco me preguntaba alguien si este tipo de personas tienen curación. Mi respuesta fue que no lo sé. La experiencia nos dice que no es posible conseguir un cambio positivo en quienes no están dispuestos a reconocer sus defectos.
Vivir o trabajar con una egotista resulta muy desgastante. No son pocos los esposos(as), y los hijos(as), que resultan gravemente afectados en su equilibrio emocional y en su autoestima. Todos conocemos personas que han vivido sufriendo complejos de inferioridad y de inseguridad por ese tipo de relaciones que han marcado sus vidas y les impiden ser felices.
Nadie es perfecto, y los errores que necesariamente todos cometemos sirven como argumento de autojustificación para los egotistas quienes culpan a los demás de sus decisiones. Poder mantener un sano equilibrio emocional ante estos casos es muy difícil, y con frecuencia se requiere de la ayuda de profesionales que proporcionen instrumentos para poder sobrellevar las relaciones tóxicas. Los psiquiatras, los psicólogos, los directores espirituales y los terapeutas pueden ser de mucha utilidad para poder superar los sentimientos de odio, rencor y venganza. Sentimientos que siembran y fomentan la violencia hasta el infinito, y que seguirán produciendo más víctimas inocentes.
Qué difícil es perdonar. No se trata de olvidar las afrentas como si no hubieran existido. No es asunto de cerrar los ojos ante la realidad, sino de fortalecer la autoestima y entender que, en muchos casos, estamos ante enfermos. Y si además contamos con la ayuda de la gracia que Dios quiere regalarnos, entendemos que podremos caminar por el camino que nos conduce a la serenidad y a la alegría.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de agosto de 2024 No. 1520