Haber sacado a Dios de nuestras vidas ha supuesto un suicidio social.

Por Alejandro Cortés

No cabe duda de que una de las crisis más graves en la sociedad actual está ubicada en la falta de respeto. El respeto es la base de toda convivencia sana, ya sea entre iguales, entre superior e inferior; en todos los ámbitos: familiar, escolar, profesional, político, vecinal, etc. En las últimas décadas se ha permitido, dentro de los hogares, una degradación de esta condición en las formas de tratarse entre los esposos, los padres y los hijos.

Quisiera detenerme en que, la muy valiosa y sana protección a los menores, ha dado entrada a que se les permitan muchos abusos, pues “hay que comprender que están en su pubertad”, dicen. Desde mi muy personal criterio, considero que se ha desaprovechado una etapa de valor inestimable para poder solidificar las virtudes en los niños y adolescentes, pues es precisamente en esas edades, donde se requieren más los marcos fijos y sólidos de normas que les permitan llegar a la adultez bien armados de valores, que los conviertan en seres útiles y dignos de admiración; que sean modelos, que puedan dar tono de sinceridad, fortaleza, honradez, laboriosidad…

En una fotografía antigua, donde aparecen unos niños humildes sentados en pupitres viejos y destartalados, leemos esta leyenda: “Sin becas, sin psicólogo ni terapeuta, sin Ritalín, a veces hasta sin desayunar… Así se crio la generación que le dio casa, auto, ropa, y educación a la generación que se queja por falta de oportunidades”. Estoy convencido de que el haber sacado a Dios de nuestras vidas ha supuesto un suicidio social. Ya Fiódor Dostoievski afirmó con claridad: “Si Dios no existe, todo está permitido”, y hoy todo está permitido. En muchos hogares cristianos lo único que queda de Dios son sus imágenes… y quizás sólo como adornos.

John Thavis, periodista americano, le preguntó a Benedicto XVI: Santidad, Usted viaja a África mientras se está viviendo una crisis económica mundial que tiene sus repercusiones también en los países pobres. Quisiera preguntarle: ¿Esta situación encontrará eco en su viaje? ¿Se dirigirá usted a la comunidad internacional para que se haga cargo de los problemas de África?

Benedicto XVI: Gracias por su pregunta. Naturalmente, yo no voy a África con un programa político-económico, porque me falta competencia en este campo. Voy con un programa religioso, de fe, de moral, pero precisamente esto es también una contribución esencial al problema de la crisis económica que vivimos en este momento. Todos sabemos que un elemento fundamental de la crisis es precisamente un déficit de ética en las estructuras económicas; se ha comprendido que la ética no es algo que está “fuera” de la economía, sino “dentro”, y que la economía no funciona si no lleva consigo el elemento ético. Por ello, hablando de Dios y hablando de los grandes valores espirituales que constituyen la vida cristiana, trataré de contribuir también a superar esta crisis para renovar el sistema económico desde dentro, donde está el verdadero núcleo de la crisis.

¡Cuánta razón tenía el Papa!

www.padrealejandro.org

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de abril de 2023 No. 1448

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