Editorial

Al escribir estas líneas todavía la situación de Venezuela era de una total incertidumbre. En el pudridero de la historia, la locura de su presidente había generado un par de miles de personas detenidas, entre ellos sacerdotes que rezaban con los fieles por la paz, y un número indeterminado de asesinados salvajemente, en la calle, arrastrados por unos cobardes vestidos de policías, a la vista de todos, como perros sarnosos.

No sé, no puedo saber, en qué va a acabar esta hora difícil para un país hermoso que se ha metido en lo más hondo de la crisis moral, humana, democrática y, desde luego, económica. Las “grandes potencias” de Latinoamérica, Brasil y México, han decidido que no se debe intervenir en lo que, a los ojos del mundo, es un fraude electoral del tamaño de una montaña. Es la ideología que antepone su ceguera de intereses a la realidad.

El ejemplo de Venezuela debe forzarnos a impedir que nuestro país caiga en esa espiral del miedo. Ahí Nicolás Maduro controla lo que conocemos en México como el INE, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las cámaras de diputados y senadores, el Tribunal Federal Elecoral, el Ejército, la Guardia Nacional, la Marina, etcétera. Todo el control en un solo hombre. Como en Cuba, como en Nicaragua.

Por desgracia —hay que reconocerlo—hemos dejado que el presidente actual y su movimiento político estén preparando el terreno para que algo similar suceda en México. Una concentración peligrosísima del poder en Claudia Sheimbaum. Puede que su formación sea diferente. Su estilo de gobernar seguramente lo será. Sin embargo, cuando no existen equilibrios, es muy fácil (condición humana) que las aguas salgan de su cauce. Más aún cuando existe un tono de “ustedes los malos” y “nosotros los buenos”.

Las ideologías, decía el papa Francisco, acaban siempre mal. Venezuela comprueba esta afirmación. Y otros países de nuestra sufrida región. No es con dinero ni con armas como podemos cambiar el curso de los acontecimientos. Es con algo más sencillo: apertura al otro, espíritu de orden, pluralidad, tolerancia y compromiso por el bien de todos. Que México no sea la siguiente nación en caer en las garras del poder ideológico, de la razón que no da razones. No lo merece.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de agosto de 2024 No. 1518

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