Por P. Fernando Pascual

El ambiente en aquella oficina se había hecho irrespirable. El nuevo encargado de personal hacía continuos cambios, sin tener en cuenta ni antigüedad, ni situaciones familiares, ni personalidades.

Las quejas eran continuas. Los empleados calificaban las diferentes decisiones como arbitrarias, injustas, incluso contraproducentes.

La situación se prolongaba por semanas, incluso parecía empeorar. No había señales de que las cosas podrían encauzarse correctamente.

En medio de las críticas, un trabajador hizo caer en la cuenta a sus compañeros que nada conseguirían mientras hablasen entre ellos. Había que dirigirse a los “jefes de arriba” para que conociesen lo que estaban sufriendo los trabajadores.

Situaciones como la anterior ocurren no solo en el trabajo, sino también en la familia y en otros grupos humanos, donde se toman decisiones que dañan a muchas personas.

Cuando ocurre lo anterior, las críticas al vacío no sirven para nada. Hace falta armarse de valor y, con prudencia, desde la verdad, pedir un encuentro con los dirigentes para analizar lo que ocurre y buscar soluciones concretas.

Desde luego, hay que escuchar siempre a la otra parte. Un encargado de personal tiene en sus manos elementos que, según él, le justificarían para actuar de manera diferente con este o con aquel empleado.

Pero la voz de quienes no comprenden y sufren por decisiones que parecen arbitrarias y dañinas merece ser escuchada. Solo entonces será posible ayudar, desde comentarios bien orientados, a mejorar las cosas, con la mirada puesta en verdaderos principios de justicia.

El propietario accedió con gusto a recibir al representante de los trabajadores. Escuchó directamente sus quejas y comprendió lo que sufrían por algunas decisiones mal pensadas.

Llegaba el momento de llamar al encargado de personal para comprender mejor lo que estaba pasando. Luego, con serenidad, tal vez con valentía, habría que corregir decisiones equivocadas y escoger aquellas que promoviesen no solo una mejora productiva, sino, sobre todo, paz y alegría entre los trabajadores.

 
Imagen de Malachi Witt en Pixabay


 

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