Por P. Fernando Pascual

¿Por qué ha llovido más intensamente esta semana? ¿Por qué ha subido el precio de la fruta? ¿Por qué no me habla un compañero de trabajo? ¿Por qué la gente sigue votando a políticos que no cumplen sus promesas?

Queremos saber el porqué de las cosas. Somos buscadores de causas. No nos basta conocer lo que ocurre. Queremos saber por qué se toman ciertas decisiones y por qué la naturaleza “actúa” de maneras sorprendentes.

La pregunta por las causas puede llevarnos a investigaciones serias, a lectura de libros, a escucha de personas que creemos competentes, a reflexiones más profundas.

Las respuestas pueden llegar pronto o tarde, o no llegar por mucho tiempo. De esas respuestas, algunas son falsas, aunque nos convenzan. Otras mezclan verdad y mentira, y así nos dejan a medio camino.

Las respuestas falsas necesitan ser corregidas, lo cual resulta difícil en un mundo lleno de opiniones y de frases hechas que engañan precisamente porque ofrecen mentiras revestidas de simplicidad, incluso de lógica.

Pero una respuesta engañosa nunca será satisfactoria, aunque la aceptemos por ignorancia o por excesiva credulidad en quienes nos la ofrecen.

Solo las respuestas verdaderas pueden satisfacer plenamente nuestro deseo de conocer. En ocasiones, esas respuestas nos permitirán orientarnos mejor ante tantos hechos que rodean nuestras vidas.

Me llegan esta semana informaciones sobre la gripe de este año, sobre la subida de precios de la gasolina, sobre la delincuencia en ciertas zonas del país.

Surgen nuevas preguntas: ¿por qué? Preparo mi mente y mi corazón para mantenerme abierto a la búsqueda de respuestas que me permitan conocer un poco mejor el mundo complejo en el que nos ha tocado vivir.

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