Por Martha Morales

– ¿Qué es la Misa?, preguntan.

Pero rara vez es bien contestada esa pregunta hasta por los mismos católicos.

– ¿Qué es la Misa? ¿Es la Palabra de Dios?

– ¡No! Es mucho más que eso. No es una asamblea ni una fiesta, es la repetición del Sacrificio de Cristo en la Cruz. ¡Tiene por tanto valor infinito!

El Prelado del Opus Dei decía “No acomodéis la Misa a vuestro horario sino el horario a vuestra Misa”. El amor a la Misa es una característica de la persona apostólica.

Hay que asistir a Misa los domingos, porque sin observancia del Domingo no puede haber vida religiosa. Tertuliano decía a los fieles de su tiempo: “Sin el Domingo no puede haber cristianos. Non est christianos sine domenica”. Asimismo, entre las preguntas dirigidas a los mártires por sus perseguidores se distinguía sobre todo esta: “¿Observáis el domingo?”, y si la respuesta era afirmativa ya no se preguntaba más pues en ello se reconocía el cristianismo, por así decir, todo entero.

En la Misa, los primeros cristianos encontrarían fuerza en medio de la persecución. La ayuda y la salvación de la Iglesia llegarían del único y perpetuo sacrificio de Jesucristo. La Misa es donde los cristianos unían sus fuerzas con los ángeles y los santos para dar culto a Dios, como nos muestra el libro del Apocalipsis. Es en la Misa en donde la Iglesia ha recibido el “maná escondido” como sustento en tiempos de tribulación (cf. Apoc 2, 17). Es en la Misa en donde las oraciones de los hombres que están en la tierra se elevan como incienso para unirse a las oraciones de los ángeles en el cielo: y son estas oraciones las que alteraron el rumbo de las batallas y el curso de la historia.

En Francia, el Santo Cura de Ars decía: “El domingo es el día del Señor. El ha hecho todos los días de la semana; podía guardarlos todos para él, pero no; nos ha dado seis… ¿Con qué derecho tocas tú lo que no te pertenece? Sabes que el bien robado no se aprovecha jamás. El día que se roba al Señor no se aprovecha tampoco. Conozco dos medios para ser pobre: trabajar en domingo y tomar el bien del prójimo”. Y concluye: Si supiéramos lo que es la Misa, moriríamos de amor.

Urge recuperar las fiestas y aprender a divertirse sanamente. Muchos jóvenes van a discotecas y sus papás no saben qué pasa allí dentro. Allí se propicia un tipo de expresión basada únicamente en el contacto físico, en la vibración y en los instintos estimulados por el sonido, la penumbra, cuando no por el alcohol y la droga. Esto favorece un falseamiento de la intimidad. Este ambiente puede llegar a distorsionar la formación de personalidades que podrían llegar a ser profundas y maduras.

Antes de ir a Misa, lo mejor es prepararse también para recibir la comunión con la conciencia libre de pecado mortal. Si se tiene una “sombra” de conciencia de pecado, hay que pensar que a Dios le gusta que nos abstengamos de comulgar. Toda Comunión recibida con corazón limpio, tiende a restablecer en aquel que la recibe la inocencia inherente al Bautismo, puesto que el Misterio Eucarístico es fuente de toda gracia.

“El misterio de la Encarnación del Hijo de Dios –señaló el Papa- centro del cosmos y de la historia, constituye el verdadero horizonte del ser y del actuar del hombre. A los interrogantes religiosos y morales de la humanidad, Jesucristo no sólo da una respuesta sabia, sino que Él en persona se pone como respuesta decisiva, porque en su misterio de Verbo Encarnado encuentra luz verdadera el misterio de la persona humana (…). En el misterio pascual y en el misterio de nuestra adopción filial, surge, de hecho, en todo su esplendor la dignidad originaria de la humanidad”. La referencia frontal de la moral cristiana “no es la cultura del hombre”, sino el “proyecto de Dios”, subraya San Juan Pablo II, en el décimo aniversario de la Encíclica Veritatis Splendor.

Una profesora experta dice que lo que le falta a la juventud actual, a nivel mundial, es fortaleza y templanza. Si no van a Misa, menos fortaleza tendrán.
Hace más de un siglo se apareció la Virgen María en La Salette (Francia) a dos pastorcitos. Les hace saber, a Melania y Maximino, que lo que más le duele a Ella y a su Hijo es que la gente trabaje los domingos y no vaya a Misa, y luego, también que se blasfeme y se digan malas palabras.

Ulf Ekman dejó su congregación protestante de más de 200,000 miembros, para unirse a la Iglesia católica y pasa de ser pastor a simple seglar. Narra él mismo: “Alguien me preguntó cómo iba a sobrellevar no tener una congregación a la que dirigir, no viajar por el mundo realizando labores de misión. ¿Cómo me iba a quedar sentado, quieto en un banco? En realidad, no me preocupaba en absoluto. Al contrario, era grato poder sentarme y ser uno más entre los fieles. Lo que me había atrapado, llenado, alegrado y alimentado profundamente en esta nueva situación era la Santa Misa” (El gran descubrimiento, p. 238).

 
Imagen de Alvaro Dos Santos en Pixabay


 

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