Por Mary Velázquez Dorantes

Alexis Gómez Lovera es un fisioterapeuta deportivo originario de Caracas, Venezuela. Desde hace ocho años vive en Querétaro debido a la crisis por la que su país está pasando. Ha logrado traer consigo a tres de sus hermanas, pero su madre, un hijo y dos de sus hermanos aún continúan viviendo bajo el telón de una dictadura que expone a todos sus ciudadanos a vivir frente a la criminalidad, como lo expresa él mismo. En esta edición conversó con El Observador de la Actualidad sobre lo impensable que resulta para los otros pueblos vivir bajo un régimen donde lo legal e ilegal conviven diariamente bajo la figura de poder.

¿CUÁLES HAN SIDO LOS MOTIVOS DE DEJAR TU TIERRA Y COMENZAR DE NUEVO EN MÉXICO?

La historia de mi familia y la mía son muy interesantes. Mi madre tuvo seis hijos y a todos les brindó una carrera profesional. Yo soy fisioterapeuta deportivo, trabajaba con la liga nacional de fútbol y tenía un hotel que era producto de mis ahorros y trabajo. Todos trabajamos en casa, formamos familias, nos esforzábamos diariamente hasta que el golpe dictador que llegó muy sigilosamente nos desmoronó.

El poder chavista y la figura de Maduro nadie lo va comprender porque no lo ha vivido. Llegué a México sólo, sin nada por delante, tocando puertas. Nadie creía que un profesional de alto nivel pidiera trabajo de lo que fuera. Mi carrera no me avalaba y, para comenzar de nuevo, me enfrenté con golpes en la vida, pero no podía seguir viviendo en un país con hambre, un país que de tener grandes riquezas naturales ahora nos invita al exilio; un país que esconde al mundo que vivimos en la miseria y pobreza gracias al poder que nos gobierna.

¿CUÁLES SON LOS OBSTÁCULOS QUE HAS ENFRENTADO PARA PODER TRAER TU FAMILIA A MÉXICO?

Al principio fueron los recursos económicos, tarde mucho tiempo en estabilizarme en México, y agradezco las oportunidades que se me han dado aquí. Pero en mi mente pasaba que, si era fisioterapeuta de alto nivel en Venezuela, pues lo mismo iba a suceder en otro lado, y eso no fue así. Tuve que tocar piedra en los negocios informales, ser trabajador a salario bajo y así fui ahorrando para traer a una de mis hermanas.

Cuando por fin decidido ir por ella, tenía que tejer una estrategia para pisar Caracas, porque los militares no son aliados del pueblo, ellos mismos revisan tus documentos y, por supuesto, tu dinero. Y antes que pases diez minutos a tu entrada, ya no tienes con qué moverte en Caracas. Me ingeniaba llevar mis ahorros en lugares ocultos de mi ropa, llevaba dulces mexicanos a modo de regalo para todos mis compatriotas que te piden algo de comer, evitaba las sanciones que se han impuesto en nuestro país para los que considera somos clase media y, frente a todo esto, sólo hemos podido llegar cuatro personas de la familia a México… mi madre y mi hijo aún siguen allá y es terrible.

¿PODEMOS LOS MEXICANOS IMAGINARNOS LA REALIDAD SOCIAL DE UNA DICTADURA?

No lo creo. Las dictaduras son al principio sutiles y no reportan fallas en su sistema, pero con el paso del tiempo colapsa todo: el sistema social, la salud, la educación, la propia democracia. Los venezolanos no vivimos, sino que buscamos la supervivencia: el agua potable es racionada, la electricidad se va, los famosos apagones comenzaron bajo una narrativa de reformas de energía. No podemos pagar una canasta básica porque está por los cielos la leche o el huevo. En una palabra, un dictador sacrifica a su pueblo por su ambición de poder y hasta que lo vives lo crees.

El exilio es una salida muy cruel para quienes lo hacemos, los derechos humanos de quienes lo vivimos son socavados y la bandera del dictador es la guerra militar de aparatos legales e ilegales que son equipo. La democracia no existe porque ellos ponen sus propias reglas y desprecian a todos los que se oponen a su autoritarismo, desprecian la justicia y el voto popular, no legitiman nada que sea de fuera y la opinión de los venezolanos no cuenta para nadie.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de septiembre de 2024 No. 1521

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