El Secretario de Estado celebró en la iglesia de la Sagrada Familia de Nueva York la misa por 60º aniversario del ingreso de la Santa Sede en las Naciones Unidas como observador: en estas seis décadas, dijo citando a Pablo VI, ha sido «una experta en humanidad». En la recepción con representantes permanentes, simpatizantes y embajadores, el cardenal reiteró el llamamiento a la fraternidad: «Todos somos miembros de una única familia humana, trabajemos para sanar las divisiones».
Por Salvatore Cernuzio – Vatican News
«Experta en humanidad» que desde hace sesenta años defiende la dignidad de cada persona y los derechos humanos, empezando por el derecho a la vida, que apoya la justicia social y el desarrollo económico, que protege el medio ambiente, que alza su voz por los sin voz. Ante todo, los emigrantes, los refugiados, los desplazados. El cardenal Pietro Parolin utiliza la inolvidable expresión de Pablo VI, el primer Papa que visitó las Naciones Unidas en 1965, para enmarcar la labor de la Santa Sede en la ONU durante las últimas seis décadas. Es decir, desde que entró a formar parte de la familia de la ONU como Estado observador en 1964. El 30 de septiembre, el Secretario de Estado vaticano celebró una misa por el aniversario en la iglesia de la Sagrada Familia de Nueva York, última cita de su viaje a Estados Unidos para participar en la Semana de Alto Nivel de la 79ª Sesión de la Asamblea General de la ONU.
Promover la dignidad
Ante los asistentes a la celebración, entre los que se encontraban miembros del Cuerpo Diplomático en las Naciones Unidas y «amigos» solidarios de la Misión de Observadores Permanentes de la Santa Sede, el cardenal dio las llevó el agradecimiento del Papa Francisco. A continuación, se detuvo en las lecturas de la liturgia, en particular el Evangelio, que renueva la llamada de Cristo a «proteger, cuidar y servir». «Ser cristiano significa promover la dignidad de nuestros hermanos y hermanas, luchar por ella, vivir por ella», dijo Parolin. «Precisamente en esta lógica de servicio hacia los pequeños y los que no tienen voz, se sitúa y encuentra su razón de ser la presencia de la Santa Sede a nivel de la comunidad internacional».
En defensa de derechos, medio ambiente, indefensos y olvidados
Durante los últimos sesenta años, desde que ingresó en las Naciones Unidas como Estado observador, «la Santa Sede -reiteró el Secretario de Estado- ha seguido defendiendo la dignidad humana, defendiendo los derechos humanos, en particular el derecho más fundamental de todos: el derecho a la vida; siendo portavoz de la justicia social y del desarrollo económico y de la protección del medio ambiente; pronunciándose en defensa de los indefensos y de los olvidados: emigrantes, refugiados y desplazados. Un trabajo realizado siempre por el camino que trazó el propio Jesús, el del «servicio». «Servir a los que necesitan recibir y no pueden dar nada a cambio. Acogiendo a los que están en los márgenes, a los desatendidos, acogemos a Jesús porque Él está allí», fue la invitación del cardenal Parolin.
Voz moral en favor de la paz y la justicia
Esta vocación y el compromiso de la Santa Sede con los más frágiles del mundo, reiteró también el cardenal en su breve discurso introductorio en la recepción por las seis décadas de presencia en las Naciones Unidas, celebrada en una sala de la Iglesia de la Sagrada Familia de Nueva York. Es una ocasión, comenzó Parolin, que «nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre nuestro camino común, celebrar nuestros logros y renovar nuestro compromiso con los nobles ideales que nos unen a todos». Ante los delegados, representantes permanentes, simpatizantes, embajadores, miembros de la ONU y todos los presentes en la velada, el cardenal reiteró la función de la Santa Sede en la ONU desde 1964, la de «observador», lo que no significa que haya estado observando el desarrollo de los acontecimientos «de forma pasiva y desentendida»; como tampoco, aclaró el cardenal, la Santa Sede se ha propuesto nunca «como una entidad política que busca poder o influencia». Ha sido y sigue siendo «una voz moral que apoya la paz, la justicia y la dignidad humana».
Entidad religiosa y diplomática
«Experta en humanidad», repitió Parolin, citando de nuevo a Montini en su discurso ante la Asamblea General de la ONU. «La posición única de la Santa Sede, como entidad religiosa y diplomática, le ha permitido salvar divisiones y promover el entendimiento más allá de las fronteras culturales e ideológicas, subrayando constantemente que el verdadero progreso sólo puede alcanzarse cuando se reconocen y respetan las dimensiones espirituales y morales de la existencia humana».
En un mundo fragmentado se necesita fraternidad
En este mundo en rápida evolución, «los principios constantes que han sustentado este compromiso permanecen inalterados», aseguró el cardenal. Los desafíos actuales son múltiples -pobreza, conflictos, cambio climático, inteligencia artificial, erosión de los derechos humanos- y «requieren no sólo soluciones técnicas, sino un profundo compromiso ético con el bien común, la solidaridad y la promoción de la fraternidad humana». Sí, porque el escenario actual aparece «cada vez más fragmentado por intereses mezquinos» y con mayor razón, remarcó el cardenal, «debemos recordar que todos somos miembros de una única familia humana, que compartimos una casa común y un destino común». Una auténtica conciencia de ello «nos obliga a reconocer la necesidad de un renovado compromiso con el multilateralismo y la cooperación internacional, para encontrar soluciones compartidas».
La invitación del Papa
El purpurado invita a asumir «la visión de un mundo en el que la paz, la justicia y la dignidad humana no sean meras aspiraciones, sino realidades vividas por todos». «Trabajemos incansablemente para construir puentes de entendimiento, para sanar las divisiones y crear una cultura del encuentro y de la solidaridad». Esto sólo puede hacerse «si hablamos juntos y caminamos juntos», como repite a menudo el Papa Francisco. Y precisamente al Papa quiso dedicar el Secretario de Estado un pensamiento final: «Ahora les invito a levantar sus copas… ¡por el Santo Padre!».