Testimonios de la Custodia de Tierra Santa desde Tiro, Beirut y Cafarnaún ante la escalada de ataques entre Israel y Hezbolá.

Por Roberto Cetera – Vatican News

Es como si nosotros también lo sintiéramos cerca de ese misil que cayó «justo en el momento» en que habla. El padre Toufic Bou Merhi, franciscano libanés de la Custodia de Tierra Santa, párroco latino de Tiro, en el sur del Líbano, habla de una ciudad bajo el fuego israelí, mientras los ataques con cohetes de Hezbolá tampoco cesan. El fraile se ve obligado a interrumpir varias veces su testimonio: «Aquí viene otro disparo», dice. Pero no se detiene. Quiere confiar a los medios de comunicación vaticanos la «voz» de los libaneses, «nuestro sufrimiento, nuestro grito al mundo entero: no más guerra, no más matarse en ambos bandos. No hablo de uno y estoy de acuerdo con el otro. Sólo: no más masacres, especialmente de niños»

Sin embargo, asegura, le «faltan palabras» ante lo que está presenciando: «Como libanés, explica, viví la guerra del 75 al 90. También viví la guerra del 2000. También viví la guerra del 2000, la del 2006, pero lo que estamos viviendo supera todos los límites. Bombardeos sin fin incluso en Tiro y sus alrededores». Habla de gente «aterrorizada» que huye como puede. «Las carreteras que van hacia Beirut están abarrotadas, la autopista de doble sentido sólo se utiliza en dirección a la capital. La gente está atascada durante horas y horas, esperando llegar a un lugar seguro. Pero no saben adónde ir. Sólo intentan salir de este miedo, de esta tensión, de esta situación. Pobre gente».

La comunidad cristiana local «intenta resistir», continúa. «Los que tienen la posibilidad de ir a Beirut se han ido, pero muchos se han quedado. Así que esperamos y rezamos juntos». En el complejo de la iglesia de San Antonio de Padua, que se encuentra en un lugar «bastante seguro», «la gente viene y nos pide que nos quedemos». En las últimas horas, los frailes han visto «multitudes reuniéndose delante del convento, gente que había puesto colchones bajo los árboles, en la playa. No podíamos no abrir la puerta», señala. Primero llegaron 20-30 familias, unas cien personas, niños, ancianos, personas con discapacidad. Luego se fue alguien, vino otro más tarde, otras 150 personas: ‘Y siguen viniendo. ¿Qué puedo decirles? Bienvenidos’. Lo necesitan todo, agua, electricidad, comida, ropa. «Toda la comunidad está implicada, nos ayudamos unos a otros: unos traen almohadas, otros mantas, otros comida». Y, sobre todo, un calor especial: «Estamos cerca de la gente, escuchamos sus necesidades e intentamos estar cerca de ellos». Luego, «amigos no faltan», asegura. «El ejército italiano, Unifil, las realidades ‘Pro Terra Sancta’, otras organizaciones», agradece. Por último, un último llamamiento. «Necesitamos muchas oraciones, porque sólo con la fuerza del Señor y su gracia se puede expulsar a este demonio que es la guerra. Esperemos que la paz llegue algún día».

En estas horas, sin embargo, es difícil recuperar productos de primera necesidad: «No sabemos dónde ir, todo el mundo corre a comprar, se hace difícil encontrar las cosas que necesitamos, intentamos comprar un poco aquí y un poco allá, falta mucho».

Incluso desde el otro lado de la frontera llega un grito de miedo. Sobre el norte de Galilea ayer fue un «día de intensos bombardeos», «misiles e incluso drones», «cada día los vemos más y más cerca de nosotros», informa el padre franciscano Fabio Inacio desde Cafarnaún. «Sobre Cafarnaún se interceptó un misil y tuvimos noticias de drones sobre el lago de Galilea».

 


 

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