Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Se vive un ambiente enrarecido por los sofismas descalificadores de personas y de generalizaciones, pletóricos de populismos de izquierda o de derecha, que obstaculizan la convivencia y las opciones políticas.

Han existido la degeneración del Estado en los diversos sexenios de gobiernos que han apuntado a un optimismo que ha terminado en fracasos.

La invasión informativa en abundancia por los medios modernos de comunicación privilegiando la tergiversación que ha creado el ‘mare magnum’ de una crisis de nación, de legisladores monocolores omnipotentes que destruyen las diferencias legítimas en una ya volátil democracia.

A los ciudadanos nos parece que nuestras posturas se estrellan en el imperio de la autarquía de un hombre cuya ideología se convierte en ley en un atentado a los derechos fundamentales de todo ser humano, a la vigencia de las instituciones, y al beneficio objetivo de toda la nación, más allá de visiones ecomicistas extremas, en las cuales debería contar la persona, la familia, la comunidad y toda la nación.

Las demagogias y los desmontajes continuos nos lanzan a la desesperanza, al estancamiento de la cultura, al predominio del crimen sin visos de solución, a la cancelación de un futuro promisorio donde los niños, los jóvenes y la familia cuenten para construir una gran nación, amante de la patria, abiertos a todas las naciones con la grandeza que late en nuestros corazones y en la fuerza de nuestra fe.

Se vive la atmosfera del vendaval con un presente estremecedor y de un porvenir cerrado a la verdad y abierto a la esclavitud de las promesas incumplidas y a la mentira que sentó sus reales entre nosotros.

¿Sería posible que la presidente Claudia y los gobernantes de diverso rango apuesten por la verdad que nos conduce necesariamente a la libertad?

¿Sería posible que, en lugar de ideologías totalitarias y materialistas, se tuviera una visión de la persona objetiva y respetuosa?

¿Sería posible salir de este laberinto de confusiones y de conflictos para lograr una paz que nos lleve a la sana convivencia, a las amistades hondas, fraternas y duraderas?

¿Sería posible que nos libráramos del síndrome de los optimismos falaces?

¿Sería posible que nos libráramos de las catástrofes de los proyectos sexenales que terminan en fracasos, que matan la esperanza, que propician el encumbramiento de riqueza mal habida por silencios y supuestos de seguridad nacional?

¿Sería posible que los que tienen ínfulas de ‘dioses’ que terminan en estrepitosos ídolos con pies de barro, reconozcan que son simplemente seres humanos limitados y que necesitan el apoyo y la competencia de otros humanos para mejorar el entorno nacional?

¿Sería posible que nos libráramos de los extravíos culturales de ingenuidades y limitados a al universo material cuando toda persona en calidad de tal tiene una dimensión trascendente, lo acepte o no?

Le pido que apueste por la verdad objetiva sobre el hombre, una verdadera antropología de la persona para evitar caer en la pérdida de la humanidad que nos pertenece y nos incluye.

No podemos suscribir el dicho de Malraux, ‘no existe ideal al que podamos sacrificarnos, porque conocemos las mentiras de todos nosotros, nosotros que no sabemos en que consiste la verdad’.

No podemos seguir a los dioses de la usura y del poder, que se convertirán en activos dominadores del hombre bajo una máscara política de partido.

Luche, se lo pido, por la verdad y la libertad. En nosotros tendrá grandes aliados.

No podemos aceptar al Estado como omnipresente, omnisciente y fuente de todo, porque no es verdad, cada ser humano cuenta y puede colaborar por un ideal de una gran familia-nación.

La esclavitud se puede enmascarar de progreso e igualdad, como lo hemos visto en regímenes fenecidos; en estos sistemas solo unos pocos son los afortunados.

Que su régimen, Sra. Scheibaum, no cierre la puerta a la verdad, a la bondad, a la belleza y no cancele nuevamente la esperanza.

Ame lo real, no ficticio. Son insoportables los déspotas que terminan como todos en el panteón de la historia.

Devuelva la esperanza a esta gran nación que es el México de ayer, de hoy y de mañana, grande en el concierto de las naciones.

Vivimos un momento dramático en el cual se puede dar un paso a la grandeza, a la paz y a la benevolencia.

La invito a que respete siempre la verdad lógica y ontológica, como convergencia de la mente a la realidad y adecuación de la realidad con la mente; que respete la libertad religiosa, aunque, -según ha dicho, usted no es creyente, ni de la fe judía, porque como dice Horkheimer, ‘sin la revelación de un dios, el hombre no consigue recapacitar sobre sí mismo’.

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