Por P. Fernando Pascual
Puede ser un ejercicio interesante: analizar un momento concreto de nuestra vida e intentar descubrir toda la cadena de eventos que “explican” lo que ahora está pasando, que están detrás de cada hecho.
Pensemos en algo tan sencillo como un atasco en una calle de la ciudad. Ahí me encuentro, parado entre varios coches, seguramente con no poca impaciencia.
Estoy ahí porqué escogí esa calle y no otra, porque opté por ir al médico de ese barrio y no a otro médico que me habían aconsejado, y todo eso porque tenía un continuo dolor de cabeza y deseaba curarme.
El coche que está delante de mí, y el coche que se encuentra detrás, encontrarían explicaciones diferentes. La persona que está delante va a la primera cita para un nuevo trabajo, porque fue despedido por culpa de la calumnia de un compañero desleal.
La persona que se encuentra detrás salió para visitar a un familiar enfermo. Ese familiar enfermó porque no siguió los consejos de quienes le dijeron que no saliese de casa porque fuera hacía mucho frío.
En este ejercicio mental podríamos ir cada vez más lejos. Mi dolor de cabeza empezó desde que me avisaron de los problemas económicos de mis padres. Mis padres quedaron endeudados por la quiebra de un banco. Y el banco quebró por una alarma que asuntó a los accionistas.
La cadena de hechos que explican que ahora me encuentre ahí, en un atasco de tráfico, parece casi infinita. Incluso mi misma existencia se explica por la “casualidad” que llevó a mis padres a encontrarse por primera vez en una sala de espera del podólogo. Un podólogo que había llegado a la ciudad hace dos meses, porque ganaba poco dinero en la ciudad en la que estaba antes…
Miles y miles de hechos del pasado y del presente se entrecruzan y producen resultados, algunos sorprendentes, otros más o menos previsibles, muchos beneficiosos, otros que provocan daños.
El hecho es que sigo ahí, parado, entre dos coches. Y entre muchos otros coches que están delante, que están detrás, que están a los lados, cada uno de los cuales se encuentra allí por otras cadenas de hechos “casuales” o premeditados.
Resulta estimulante hacer este ejercicio de vez en cuando. Nos ayudaría a vislumbrar un poco ese gran misterio de la existencia humana, tejida por millones de acontecimientos de todo tipo, hasta provocar esa situación tan sencilla que ahora nos sorprende: estar embotellado en una calle céntrica de la ciudad…