Por P. Fernando Pascual

Para un miembro de la familia era clarísimo: aquella mancha oscura en el techo era una señal de alarma. Pero los demás no veían ningún peligro. Pensaban que se trataba solo de un poco de humedad.

Un día aquel techo se desmoronó. Por fortuna no dañó a nadie en casa, pero quedó confirmado que la alarma era verdadera.

En la familia, en el trabajo, en la sociedad, hay quienes ven peligros y amenazas con claridad, mientras que otros consideran que todo va bien, y desprecian como alarmistas a los que afirman que hay un peligro serio.

La realidad es que hay peligros que podemos afrontar con tiempo si abrimos los ojos y asumimos las propias responsabilidades, para evitar desastres que luego exigen un esfuerzo de tiempo y de medios que pudo haberse ahorrado.

Es cierto que algunas alarmas son exageradas, que hay personas que se angustian sobre temas que no merecen especial atención. Pero también es cierto que a veces quien grita que viene el lobo tiene razón, y conviene prepararse a la llegada de una amenaza.

Las personas que ven lo que otros no ven se angustian. ¿Por qué los demás están tan ciegos? ¿Por qué no se dan cuenta del enorme peligro de un incendio en el bosque, de una revuelta popular en un barrio, de una seria amenaza de falta de alimentos?

Hay quienes viven en una extraña insensibilidad ante ciertas señales de peligro, como si se dejaran hipnotizar ante la idea de que todo funciona bien y de que, si pasa algo, será fácil arreglarlo.

Lo cierto es que hay cosas que pasan que pudieron haberse evitado con un poco de atención y de responsabilidad, y que por eso vale la pena analizar con calma cómo van las cosas para tomar medidas de seguridad que ayudan a todos.

El nieto volvió a decirlo: la abuela algún día se va a caer si dejan esa alfombra en el pasillo. No le hicieron caso, y un día la abuela se resbaló por culpa de la alfombra y se rompió el fémur…

Hubiera sido tan fácil hacer caso al nieto. Como también es fácil dar un vistazo a la casa, a la oficina, a la calle, para identificar peligros y ponerse manos a la obra para afrontarlos, en la medida de lo posible.

No podremos prevenirlo todo: las circunstancias son tan complejas que nadie puede abarcarlas todas. Pero al menos tomaremos la decisión de mover la alfombra para que la abuela pueda caminar segura por el pasillo de la casa…

 
Imagen de Wilfried Pohnke en Pixabay


 

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