Redacción

Fieles al camino sinodal que hemos recorrido como comunidades parroquiales y como Diócesis de Querétaro, la XXVI Asamblea Diocesana de Pastoral se convirtió en un encuentro de profunda gratitud y esperanza. Celebrada en la Casa de Espiritualidad El Buen Pastor en el municipio de Amealco, Querétaro el 18 de noviembre, esta asamblea no solo marcó un alto en el camino para agradecer las bendiciones de Dios providente, sino también para mirar hacia adelante, con el corazón iluminado por el Evangelio.

El obispo, en un gesto de cercanía y gratitud, ofreció a los fieles una visión renovada del horizonte pastoral que debemos recorrer juntos. Recordó que nuestra barca, sacudida por tempestades, sigue firme porque el Maestro está presente. Él nos anima, con su presencia viva, a no temer y a continuar la misión evangelizadora, confiando plenamente en su socorro y su guía. Aquí, en este encuentro, se reafirmó que el camino sinodal no es solo un proyecto diocesano, sino una respuesta concreta al llamado de ser una Iglesia viva y en comunión:

La crisis de una vida fluida

El Buen Pastor nos ha traído a esta Casa de Espiritualidad para limpiar nuestra mirada y ponerle alas a la esperanza en medio de esta crisis que desdibuja y mutila la figura humana. Es aquí justamente donde localizamos la crisis; no solo las crisis, sino el corazón de la crisis que estamos viviendo. Nuestra identidad cristiana, tan sólida en otros tiempos, ha sido zarandeada por esta situación, que entre otras cosas se manifiesta en la «crisis de los fluidos».

Hoy se puede hablar de amor fluido, de vida fluida, de paz fluida, de angustia fluida y hasta de planes de pastoral fluidos. Parece que hoy todo es líquido y se acomoda al recipiente donde se ponga.

Ante todo esto, con la esperanza que no defrauda, la Iglesia nos exhorta a no aplazar la conversión pastoral, que lo implica todo y a todos, y a asumir la conversión sinodal, que exige un estilo de vida radical con el perfil de las bienaventuranzas, de la comunión, la participación y la misión.

Es por eso que, en esta quinta etapa de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, asumimos como prioridades diocesanas la Casa de la Escucha, la Casa de la Comunión y la Casa de la Formación, donde podemos encontrar luces y providencias para pasar del «yo» al «tú» y del «tú» al «nosotros», guiados por el principio de la sinodalidad, que según san Juan Crisóstomo es sinónimo de Iglesia.

Una Iglesia sacudida por la olas

Es fácil imaginar y comparar lo que pasó en aquel tiempo del que habla el Evangelio con lo que nos está pasando ahora. En aquel tiempo, dice el Evangelio, los discípulos de Jesús navegaban en la barca, figura de la Iglesia, sacudida por las olas y desbordada por el fuerte viento en su contra. Y ahora, esta misma barca, en este tiempo, está amenazada desde fuera por toda clase de fuerzas adversas y tentada desde dentro por el miedo a los fantasmas, el miedo a caminar y, sobre todo, el miedo a caminar juntos. Desde luego, también por la poca fe.

Lo central y lo más bello de esta teofanía que nos presenta el Evangelio es ver que es posible caminar sobre el agua. Que aunque en tiempos de crisis se vean fantasmas y causen miedo, Jesús camina con nosotros y nos invita a crecer, a caminar de lo fluido a lo sólido.

En fin, hermanas y hermanos, Jesucristo resucitado nos invita a redescubrir que solo con Jesús la vida, la verdad, la justicia, el amor y la paz están en casa. Cuando en aquella crisis Pedro escuchó las palabras del Maestro, que le decían: “Tranquilícense, no teman, soy yo”, reconoció a Jesús y sintió un impulso interior que lo hizo gritar, lleno de emoción: “Señor, si eres tú, mándame ir caminando sobre el agua”. Y Jesús le contestó: “Ven”.

En tiempos de crisis caminar hacia Jesús

Entonces Pedro saltó de la barca y comenzó a caminar hacia Jesús. Lástima que, después de la emoción, volvió a sentir miedo por la fuerza del viento y comenzó a hundirse. Pero ya sabía, ya sabía la norma, y volvió a gritar: “¡Sálvame!”. En ese momento, dice el Evangelio, Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.

Estas palabras se quedaron resonando en los oídos de Pedro toda su vida. Sería bueno hacer una lectura de los Evangelios con esta pista. Allí está el secreto, hermanas y hermanos. Era necesario que pasara todo esto para que Pedro aprendiera que la fe consiste en caminar en la vida y, sobre todo, en tiempos de crisis, hacia Jesús y confiando absolutamente en que, si nos hundimos y le gritamos, inmediatamente nos tenderá la mano.

Quiero decirles que estas palabras a mí me animan mucho, y los invito a todos los que estén pasando por una crisis personal o familiar: caminen hacia Jesús. Si nos hundimos y le gritamos, Él inmediatamente nos tenderá la mano. Y ya en las manos de Jesús podemos hacer, hermanas y hermanos, lo que queramos.

Ruta para caminar en tiempo de crisis

Esta es también la lección que el Buen Cordero y el Buen Pastor quieren que aprendamos todos. No podemos retirarnos de este lugar sin escuchar a Jesús, que como a Pedro nos dice: “Vengan hacia mí”.

No olviden que el Plan Diocesano de Pastoral es la actualización del plan de Dios, que quiere que todos sus hijos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. No olvidemos que el Plan Diocesano de Pastoral no funciona sin el Espíritu Santo. Él es el alma, el motor, la fantasía o, como hemos dicho reiteradamente, el autor, precursor y acompañante de los hijos de Dios. Nosotros, sencillamente, tendremos que ubicarnos como ministros, es decir, como servidores.

No olvidemos que el Plan Diocesano de Pastoral es el instrumento por el que Dios nos llama a ser una Iglesia sinodal. Y, en adelante, también le agregamos otra palabra: ministerial.

Casi en todas las luces y providencias que les he compartido en los decanatos, hago la sugerencia de algún ministerio. No olvidemos, pues, que la Iglesia es sinodal, ministerial y de salida misionera. No nos hagamos ilusiones: la sinodalidad es un estilo de vida. Si no caminamos unidos, lo digamos o no lo digamos, lo creamos o no lo creamos, esto es así. Lo que digamos o hagamos solo serán máscaras de comunión y de sinodalidad.

No olvidemos, hermanos, que gracias a Dios tenemos una ruta cronológica (2025-2033) y una ruta teológico-pastoral: el Plan Diocesano, las luces y providencias, el Jubileo Guadalupano, el Jubileo de la Redención y, a partir de este año, el Jubileo de la Esperanza, el Proyecto Global de Pastoral, las cartas y una variedad de subsidios nacionales y diocesanos.

Tenemos, pues, ruta, hermanos y hermanas. Tenemos ruta para caminar en tiempo de crisis. Abracemos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino más bien en un parto; que no es el final, sino el comienzo de un gran espectáculo.

Y como lo hice en las visitas de clausura y apertura en cada parroquia y en cada decanato, ahora también, a nivel diócesis, les recuerdo que esta no es clausura, sino la apertura de una nueva etapa evangelizadora.

Que Dios así nos lo conceda. ¡Que así sea!

☩ Mons. Fidencio López Plaza

X Obispo de Querétaro

*Transcripción por El Observador de la Actualidad

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