Por Rebeca Reynaud
Vivimos una época en la que, a pesar de tenerlo todo, las grandes ideas y respuestas que se esperaban no llegan, y las sociedades parecen atrapadas.
José Antonio Lozano Díez hace una reflexión sobre los valores y los principios, que exponemos brevemente a continuación.
Un principio es lo que tomas en primer lugar en la vida, lo que te importa: la familia, el trabajo, la libertad, la dignidad de la persona, el conocimiento cultural. Ha habido un cambio muy grande a nivel global, y eso afecta a la cultura y a la vida misma. Cuando las personas dejan de ver el mundo con principios, se hace necesario poner normas porque cae la ética de la sociedad.
Un principio es una brújula, los principios son parte de mí mismo y una norma es una ley estricta con la que tengo de cumplir. Cuando hay principios hay amor a la verdad. Ahora se han dejado de lado los principios, quizás por amor excesivo al dinero y al poder.
Se habla poco del nivel cultural y social. En la medida en que olvidamos los principios se deteriora la posibilidad de construir en lo económico, educativo y social.
¿Cómo están mis principios? Quien no vive como piensa, luego piensa como vive. El que tiene principios ama, respeta, trabaja dando espacio a la familia. Además, no miente, no roba, no mata, no degrada a las personas, no copia, da crédito a quien lo merece, no usa la violencia en sus relaciones, etc.
Antes se hablaba de tener palabra o de palabra de honor, hoy no se entiende del todo. Estamos en la normalización de lo anormal.
La belleza en el arte y en la naturaleza nos educa y nos ayuda a elevar el espíritu. Hoy los juguetes de los niños son feos por excelencia, así se les deforma el sentido estético. A los niños les acaban gustando los monstruos, lo feo, lo oscuro. Busca juguetes que estén de acuerdo con la belleza.
Si olvido los principios estoy condenado al fracaso. Hay que revisar dónde están mis principios, qué es lo que me importa. No nos debe importar más el dinero que la familia. Hay veces que nos equivocamos sin darnos cuenta.
Hay la capacidad de recordar lo que verdaderamente quieres en la vida: ve tus principios y busca que tu vida se vuelva a colorear.
Tener principios es tener convicciones fuertes. Los principios sólidos son los Diez Mandamientos hechos vida y el respeto a la ley natural. Esos son principios no negociables, y, si los llevo en la cabeza y en el corazón, tendré una brújula certera en la vida.
Cicerón escribe: “Si los derechos se fundaran en la voluntad de los pueblos, en las decisiones de los príncipes y las sentencias de los jueces, sería jurídico el robo, jurídico el adulterio, jurídica la suplantación de testamentos, siempre que tuviera a favor los votos, o los plácemes de una masa popular”. Y es que “para distinguir la ley buena de la mala, no tenemos más norma que la naturaleza”, con la que se discierne lo justo y lo injusto. “Pensar que esto depende de la opinión de cada uno y no de la naturaleza es cosa de locos” (De Legibus I, XVI, 44).
Que algo sea posible o imposible, no depende tanto de la realidad, sino de mi capacidad de afrontar retos. Los pilares de una personalidad madura son: capacidad de abordar lo arduo; capacidad de retardar el deleite; capacidad de reconocer al otro como “otro yo”; capacidad de decidir atendiendo a lo real. Retrasar el deleite es el principio de la templanza, es educar el mundo emocional.