Por Rebeca Reynaud

Ama y agradece a Dios lo que te da y las personas con las que convives.

Busca el bien común por encima de los intereses personales.

Cuida tu dieta y mejora tus conversaciones.

Da de comer al hambriento y de beber al sediento.

Enseña al que no sabe.

Facilita el deporte y las relaciones humanas poniendo buena cara.

Garantiza que tu amistad sea verdadera.

Haz el bien sin mirar a quien.

Intenta aprender de los demás y perdonar con prontitud.

Jamás juzgues a los demás. No te toca hacerlo.

Limita las ansiedades y miedos con oración y teniendo confianza en Dios.

Llénate de optimismo y alegría por el trabajo que tienes entre manos.

Medita todos los días al menos diez minutos.

No pierdas la paz por los bienes materiales porque eso te impide escuchar la voz de Dios.

Olvida el miedo al “qué dirán”.

Proporciona buen consejo y una sonrisa a quien lo necesite.

Que pases por alto las pequeñeces que te caen mal.

Reza por la familia, los amigos y los muertos.

Socorre y visita a los presos y, si puedes, llévales un pequeño obsequio.

Ten buen humor y paciencia con los defectos de los demás.

Únete a los demás, que en el fondo son de la familia humana.

Visita a los enfermos.

X es una incógnita que invita a buscar constantemente la verdad.

Yuxtapón esperanzas y esfuerzos para crecer en unidad y fraternidad.

Zambúllete en el nuevo día que Dios te regala cada mañana.

Imagen de Jeremy Kyejo en Pixabay


 

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