Cuarto Domingo de Adviento

Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Reflexión homilética 22 de diciembre de 2024

La liturgia tiembla de emoción porque ya se hace realidad la presencia del Mesías, el Hijo de Dios, que se encarna para traernos la salvación.

No es que vuelva a nacer, pero sí es que quiere nacer en cada uno de nosotros hasta el momento en que tengamos un parecido, cada uno de los seres humanos, con nuestro Dios y Redentor.

Miqueas

Este profeta anuncia el lugar donde va a nacer el Mesías. Sus palabras crearon una gran expectativa de Israel que mirará hacia un pueblo pequeñito y sin importancia, pero grande por el nacimiento de David y del Mesías esperado:

«Tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel».

Este enviado de Dios «pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor su Dios».

Hacia Belén miraron en el Antiguo Testamento, y seguimos mirando también nosotros, porque ya vemos realizada la profecía de Miqueas.

Salmo 79

El salmista invoca al Señor con el título de pastor:

«Pastor de Israel escucha, tú que te sientas sobre querubines resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos».

Este gran deseo lo realizará Dios a través del Mesías esperado de las naciones.

La fe mesiánica produce este fruto en el corazón del pueblo escogido:

«No nos alejaremos de ti. Danos vida para que invoquemos tu nombre».

Que estas palabras del salmista se hagan realidad en nuestro corazón y brote la fidelidad desde lo más íntimo de nuestro ser.

Carta a los hebreos

Es emocionante la presentación que hace de Jesucristo el autor de esta carta:

«Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo. No aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: aquí estoy, oh, Dios, para hacer tu voluntad”».

En estas palabras tenemos el programa de la vida de nuestro Redentor y el programa que cada uno de nosotros debe asumir si realmente deseamos llegar a cumplir nuestra misión como hijos adoptivos de Dios. Así nos lo enseñó Jesús en su oración: «Hágase tu voluntad».

Verso aleluyático

En este breve versículo encontramos la actitud de la Virgen, tan semejante a la de Jesús, que se hace también una invitación para cada uno de nosotros.

Que el mismo Dios nos ayude a repetir con María: «Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra».

Evangelio

Nos presenta San Lucas la actitud de Santa María cuando por insinuación del ángel creyó que debía ir a ayudar a su prima Isabel, que era anciana y había quedado encinta:

«María se puso en camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá».

Esas palabras de que «fue a prisa» indican la actitud humilde y obediente de Santa María, que no podía ir sola y corriendo para caminar los kilómetros que la separaban de la casa de Zacarías, sino que tenía que ir al paso de la caravana, ya que hubiera sido imprudente que fuera sola.

Y sucedió que «en cuanto Isabel oyó el saludo de María» hubo un auténtico vendaval del Espíritu Santo: «Saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!».

Movida por el Espíritu Santo Isabel descubre a su prima el misterio que lleva en su seno virginal: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

¿Cómo pudo saber Isabel lo que nadie había oído, porque María ni siquiera a su esposo José le había confiado su secreto?

Si nosotros actuamos siguiendo las inspiraciones de Dios, conoceremos cosas admirables, nunca dichas ni conocidas.

¡Feliz Navidad para todos! ¡Que Jesús nazca en nuestros corazones!

 


 

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