Por Rebeca Reynaud

Una vez le pregunté a una historiadora afamada, Lucina Moreno-Valle: ¿Qué visión tienes de la Historia? Y me contestó con una palabra: Providencialista.

Una oración que aprendí de niña dice: La Divina Providencia nos guarde en todo momento, para que nunca nos falte casa, vestido y sustento. Es un resumen de lo que es la providencia de Dios cuando se cumplen sus Mandamientos.

La providencia lleva al cristiano a una actitud de confianza filial en Dios en todas las circunstancias.

¿Hay intervenciones divinas en nuestro mundo? Podemos decir que sí, pero no al modo humano o como nos gustaría, sino como Dios lo ve oportuno. Aceptar la providencia es un acto de esperanza teologal. El ejercicio responsable de la libertad entra dentro de los planes divinos.

  1. ¿Puede Dios intervenir en la historia?

Cuando todo va bien muchos casi ni se acuerdan de Dios; pero si vienen las dificultades, se dirigen a Él como si los hubiera olvidado, haciéndole culpable de los males que les ocurren, es decir, se acuerdan de Dios como si Él tuviera la culpa de lo que les pasa. Un Dios tapa-agujeros es una caricatura de Dios.

Unos piensan que Dios crea y luego se olvida de su creación. Otros sostienen que Dios interviene en algunos momentos, sobre todo cuando hay que corregir el rumbo de los acontecimientos. En estos casos, ¿dónde quedaría la Omnipotencia de Dios?

  1. Providencia y conservación

La creación no está acabada desde el principio, sino que Dios la hizo hacia una meta última todavía por alcanzar. “Dios no abandona a su criatura a ella misma, no sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene en el ser, a lleva al obrar y la lleva a su término” (CEC, 301). San Pablo dice de Cristo: “Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él” (Col 1,17).

Dios no es un arquitecto que después de haber realizado su obra se desentiende de ella. Esa imagen en propia de una concepción deísta, según la cual Dios no se inmiscuye en los asuntos de este mundo. Esto supone una distorsión del auténtico Dios Creador, pues separa drásticamente la creación de la conservación y gobierno divino del mundo. La conservación de las cosas no la hace Dios por una acción nueva, sino por la continuación de la misma acción creadora.

La noción de conservación “hace de puente” entre la acción creadora y el gobierno divino del mundo (esto es la providencia). A veces decimos: “¡qué casualidad que pasó esto o lo otro!”, cuando eso puede ser parte de la acción providente de Dios. “Dios conduce a sus criaturas a la perfección última a la que Él mismo las ha llamado” (Compendio, 55).

  1. La providencia en la Biblia

La Sagrada Escritura presenta la soberanía absoluta de Dios y testimonia constantemente su cuidado paterno, desde las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos de la historia (cfr. Catecismo, 303). Los antiguos símbolos de la fe aludían al aspecto del gobierno con el término griego Pantokrator, que debe entenderse en sintonía con la imagen del Pastor. Cuidado y autoridad divina con presididas por la Sabiduría, que “se despliega con vigor (fortiter) de un confín a otro y todo lo gobierna con acierto (suaviter) (Sb 8,1).

Jesús se revela como la providencia “encarnada” de Dios, que atiende como Buen Pastor las necesidades materiales y espirituales de los hombres, y nos enseña a abandonarnos a su cuidado. Así el Verbo muestra de modo visible su cuidado providente.

Con esto no hemos llegado todavía al nivel más profundo de esta doctrina, que se alcanza al observar que el DESTINO al que hemos sido llamados, el Reino de Dios, es un designio del Padre que precede a la creación, porque “nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor” (Ef 1, 4-6). Nos ha destinado a ser sus hijos. Nos encaminamos al encuentro de nuestro Señor y Padre.

Le dice Jesús a la mística francesa, Gabriela Bossis: “Yo doy a cada alma la vida que mejor puede conducirla a mí” (Él y yo, n. 514).

El judío converso, Roy Shoeman decía que, en el momento cumbre de su conversión, comprendió que todo lo que le había pasado desde su infancia, era Voluntad de Dios: sus padres, su educación, su carrera, sus amistades, etc.

Nosotros podemos repasar nuestra vida y decir, con gozo: “Te doy gracias, Señor, por el momento de mi concepción, gracias por los nueve meses que estuve en el seno de mi madre, gracias por mis primeros diez años…, gracias por los años que me has dado de vida”.

  1. Providencia y libertad

Dios conserva a las criaturas en su ser y en su obrar. Sin Dios no podemos hacer nada, pero las acciones son nuestras y no de Dios. Que Dios gobierne todo no significa que no respete la autonomía de lo creado. Dios no está constantemente corrigiendo el rumbo del mundo, pero sí interviene en ciertos momentos.

Dios quiere contar con las criaturas para conducir su creación a su fin. Podemos ayudar a los designios de su providencia. Las criaturas libres son llamadas a cooperar con el plan de Dios. Siendo libres, ángeles y hombres pueden oponerse a la voluntad de Dios.

Busquemos afinar en piedad, es decir, hay que ejercitar la fe, la esperanza y la caridad. Fidelidad en los modos de hacer el apostolado y la labor. Fidelidad en el espíritu de pobreza; esto nos hace libres para amar.

  1. ¿Cómo se explica la presencia del mal en el mundo?

A esta pregunta no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esa pregunta (cfr. Catecismo, 309).

Santo Tomás de Aquino argumenta que la providencia divina no excluye el mal en las cosas. Dios no lo causa, pero tampoco suprime las causas segundas (somos nosotros), las cuales pueden fallar. Dios prefiere sacar el bien del mal antes que no permitir en absoluto la existencia del mal. Muchas veces nos equivocamos y sacamos humildad de esto. Pertenece a la bondad de Dios la permisión de los males y la obtención de bienes mayores a partir de ellos. Dios es “previsor universal de todo ser” (Suma Teológica I, q.22, a.2. ad 2).

Dios respeta la libertad de los hombres cuando obran mal (cfr, Catecismo, 302, 307, 311). Toda la historia se puede interpretar según esta clave de lectura.

Si Dios existe, ¿de dónde viene el mal? Santo Tomás de Aquino responde: “Si el mal existe, Dios existe, pues el mal no existiría si desapareciese el orden del bien (es carencia de bien). Y tal orden no existiría si Dios no existiera (S. Th, Contra Gentiles, lib. 3, cap. 71). No habría ceguera sin alguien que se viera privado de la vista.

  1. Providencia y vida cristiana

En los libros sapienciales hay muchos textos explícitos que hablan de la providencia. Muchas veces nosotros no sabemos considerar lo que sucede como providencia de Dios. La providencia es real, constante y continua. El Libro de Job nos enseña a agradecer los bienes y a aceptar los males; dice Job: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios”. La ambivalencia de la providencia recibe una respuesta en la vida de Cristo, y en Cristo crucificado “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1Cor, 1, 24). De la mayor injusticia de la historia, Dios ha sacado el mayor de los bienes: La Redención. La aceptación cotidiana de la providencia es un acto de esperanza teologal.

Dios pide renunciar al pecado y reparar.

FUENTE: opusdei.org Vida Cristiana. Resúmenes de doctrinas católica.

 


 

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