Por Arturo Zárate Ruiz
Leemos en el Prólogo de San Juan «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Allí también se nos presenta a Jesús, ya hecho Hombre, pero adulto, cuando lo identifica el Bautista en el Jordán, como si no hubiera sido relevante que antes hubiese sido Niño Dios, es más, un bebito en el vientre de su Madre, María. Lo fue. Es en Lucas y en Mateo que se nos recuerda todo ello.
Es Adviento. Es tiempo para asombrarse porque, entre otras maravillas, Nuestra Señora estuvo embarazada. No hubiera sido Jesús del todo Hombre de no haber nacido del vientre de una mamá. Varias de las advocaciones marianas decembrinas nos lo recuerdan.
Sor Emmanuel nos dice: «La Santísima Virgen que se apareció a Juan Diego en 1531 en México como la Virgen de Guadalupe es una de las raras representaciones de la Madre de Dios embarazada. El lazo negro que ciñe su cintura era considerado por los aztecas como signo de la maternidad y sus cabellos sueltos como signo de virginidad». Y añade: «La Tilma, donde quedó estampada la imagen, se mantiene permanentemente a la temperatura de una mujer a punto de dar a luz». Cabe decir que la Guadalupana, por embarazada, es hoy patrona de los grupos pro-vida en Estados Unidos.
Hay más advocaciones. Leemos en Wikipedia: «Desde el siglo V, se tienen registros de la devoción y veneración a la Virgen como intercesora ante su Hijo, para la protección y beneplácito por la concepción de un hijo. Se estableció el día octavo antes de Navidad, en el X concilio de Toledo del año 656. El 18 de diciembre se estableció como fecha para celebrar a la Virgen de la Dulce Espera, y esto ocurrió durante el mencionado concilio».
Y allí leemos también lo siguiente: «sucedió que San Ildelfonso, gran devoto de Nuestra Señora, dio orden de que esta fiesta se llamase de la Expectación del Parto. No obstante, pronto fue conocida como Nuestra Señora de la O, porque las vísperas del 18 de diciembre, se comienza el oficio del breviario con las palabras, O Sapientia… veni!, y en los días siguientes con expresiones que comienzan también con la exclamación , ¡Oh!, en latín: O Adonai!, O Enmanuel; esta circunstancia dio lugar que, en la catedral de Toledo, ese día una vez acabadas las vísperas, todos los canónigos que asistían al coro repetían a grandes voces, y sin orden ni concierto, O, O, O, para manifestar el deseo de que viniese el Redentor del mundo».
Además, se nos informa de Nuestra Señora de la Expectación de Zapopan, que se venera en Zapopan, Jalisco. Está embarazada: «También se la conoce como La Generala, La Reina y Madre de Jalisco, La Estrella de la Evangelización, entre otros nombres más que ha recibido por parte del pueblo jalisciense. Es la patrona Universal de la Arquidiócesis de Guadalajara su romería es el 12 de octubre y su festividad es el 18 de diciembre».
Por celebrarse su fiesta también el 18 de diciembre, cabe decir que la advocación de Nuestra Señora del Roble, en Monterrey, N. L., nos remite a María, de la Dulce Espera.
Hay también la advocación, en Roma, de la Virgen del Divino Parto, es decir, de un embarazo en término. Jorge Reyes nos dice: «La devoción por esta advocación mariana llegó a ser tan popular que, en 1822, el papa Pío VII otorgó indulgencias a quienes besaban el pie de la Virgen, convocatoria que tuvo mucho éxito que el pie de mármol se desgastó a tal grado que fue necesario reemplazarlo por uno de plata. Actualmente las parejas embarazadas mantienen esta tradición y piden a la Virgen del Divino Parto que el proceso de alumbramiento de sus hijos se realice sin complicaciones y que la salud del recién nacido sea buena».
Si nos confinamos a la Biblia, sabemos del embarazo de María en la Anunciación, tras su Fiat al Señor; en la Visitación a santa Isabel, cuando ésta exclama «Bendita tú entre las mujeres, bendito el fruto de tu vientre»; cuando san José acoge a la Virgen y cuando viajan a Belem para registrarse en el censo. Es allí donde finalmente nace Jesús.
Tan pequeño y tan desvalido Jesús de Niño, más aún en el embarazo de María. Demos gracias al Poderoso quien se hizo inerme para hacernos a nosotros, inermes, poderosos.