Por Ma. Elizabeth de los Ríos Uriarte

Este 2025 es un año especial: el Papa Francisco convocó a celebrar y vivir el jubileo de la esperanza y, además, se cumplen 10 años de la promulgación de la encíclica Laudato Sí y cinco años de Querida Amazonía. Esta sincronicidad de acontecimientos nos lleva a plantearnos no sólo ¿qué ha cambiado en estos años? sino, sobre todo, ¿cómo vivir la esperanza desde la interconexión de realidades que plasman ambos documentos de magisterio del Papa Francisco? Es el momento de asumir firmemente que el planteo ecológico es siempre un planteo social (Laudato Sí. Núm. 49); cualquier otra forma de concebir este binomio no conduce a la paz social.

En febrero de 2020, el Papa Francisco presentó su carta exhortación Querida Amazonía, un documento que, más allá de su enfoque en una región particular, lanza un llamado universal a la conciencia social. Su antecedente en la encíclica Laudato Sí y los debates del Sínodo de la Amazonía, dibuja cuatro sueños: social, cultural, ecológico y eclesial. Cada uno aborda dimensiones fundamentales de la vida humana y de la creación, ofreciendo una visión esperanzadora y desafiante a la vez, sobre todo, 5 años después.

El Papa denuncia las injusticias sociales y ecológicas que afectan tanto a la Amazonía como al mundo entero. Afirma que “el clamor de la tierra es el clamor de los pobres” (Núm. 1), recordando cómo los problemas ambientales están intrínsecamente vinculados con las desigualdades sociales. Tráfico de personas, explotación sexual y desigualdad son ejemplos de los “crímenes e injusticias” (Núm. 14) que llama a nombrar sin eufemismos.

El sueño social también aboga por un nuevo tipo de globalización, no basada en la explotación o el colonialismo moderno, sino en la solidaridad y la justicia. Este mensaje trasciende la Amazonía, invitando a todas las sociedades a reconocer las consecuencias de la “anestesia de la conciencia” y a actuar con indignación ante los abusos.

Por su parte, en el sueño cultural, recordemos que el Pontífice advierte del peligro de homogenizar culturas. Nos llama a amar y cuidar las raíces. Propone un “poliedro amazónico” (Núm. 29) como metáfora de una unidad en la diversidad. La identidad cultural, expresada en tradiciones, valores y narrativas, es fundamental para la dignidad de los pueblos.

El sueño cultural también enfatiza la importancia del encuentro intercultural. No se trata de imponer creencias o formas de vida, sino de fomentar una mesa común donde las diferencias sean una riqueza y no una amenaza. Este sueño nos recuerda que respetar y promover las culturas locales es también una forma de proteger a las personas y sus derechos.

Sobre el sueño ambiental nos comparte que la Amazonía, con su bioma único, es un ejemplo vivo de la interconexión entre las personas y el medio ambiente. El Papa propone una visión ecológica basada en la contemplación y el respeto, donde cada parte está intrínsecamente conectada con el todo. Este sueño llama a pasar de una mentalidad que ve la naturaleza como recurso a una que la entiende como hogar.

El sueño ecológico también implica un estilo de vida más sereno y menos voraz, recordando que la abundancia de unos es la escasez de otros. Esta propuesta ecológica no solo apunta a frenar el cambio climático, sino a transformar nuestra relación con el planeta en una relación de justicia y equidad.

Finalmente, Querida Amazonía propone una Iglesia que se encarne en los rostros y culturas locales. Francisco aboga por una evangelización que no sea imposición, sino encuentro. La inculturación de la fe y la liturgia, la promoción de una cultura marcadamente laical y el reconocimiento del papel vital de las mujeres son pilares de este sueño.

El sueño eclesial también llama a desafiar nuestra comodidad y abrirnos a la novedad del Espíritu Santo. La misión de la Iglesia no es solo social o material, sino también espiritual: anunciar el amor infinito de Dios y promover la dignidad humana como expresión de ese amor.

A cinco años de distancia, la hoja de ruta aún presenta baches y cuestas arriba. En Querida Amazonía, Francisco denuncia las injusticias sociales que perpetúan la pobreza y la explotación. Hoy en día, estas problemáticas persisten en muchas partes del mundo, incluidas las grandes ciudades y comunidades rurales. La desigualdad económica se ha acentuado por crisis globales como la pandemia de COVID-19 y los conflictos armados, que han desplazado a millones de personas. Continúa la “anestesia de la conciencia” en sectores como el político y el cultural, sobre todo, ante las consecuencias de estas crisis como son las migraciones, los estallidos sociales, las protestas violentas, las persecuciones y los encarcelamientos masivos, etc.

Lo anterior, a su vez, ha provocado afectaciones en el sueño cultural que pugna por rescatar las identidades culturales en su unicidad; las raíces se desdibujan ante los muchos desarraigos que sufrimos derivados de las malas gestiones políticas o de los fanatismos exacerbados que sólo alimentan el odio y marcan las diferencias por encima de las semejanzas.

El cambio climático sigue incrementando el calentamiento global, y la deforestación continua erosionando pulmones verdes y especies que mantienen el equilibrio ambiental, a pesar de una mayor conciencia al respecto y de múltiples movimientos que intentan transitar hacia la sostenibilidad y cuidar el medio ambiente, la mentalidad voraz y ambiciosa de muchos países no ha cambiado mucho, y los recursos se han usado para ventaja de los países más ricos, y no para solventar las necesidades de los menos aventajados ni para reducir la deuda que recae sobre regiones abandonadas.

Por último, la evangelización sigue enfrentando retos: la imposición sigue presente como forma de colonización para muchos y hace falta develar aún la profunda cultura del encuentro que mueve el corazón en las intimidades del diálogo con el Señor. Cada sueño esbozado en Querida Amazonía nos recuerda esa frase que, de inicio a fin, da estructura a Laudato Sí: “todo está interconectado” y que es una invitación a cuestionar nuestras acciones y prioridades, recordando que la justicia social, el respeto por las culturas, el equilibrio ecológico y la renovación eclesial no son ideales lejanos, sino tareas urgentes para nuestra época.

 
Imagen de Riobersinho Aguilar Q en Pixabay


 

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