Por Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte*
El pasado 2 de febrero se cumplieron cuatro años del regalo que nuestro Santo Padre Francisco nos hizo en la carta Querida Amazonía y es preciso recordar esos cuatro sueños que él dibujó en ese documento para reflexionar juntos el camino andado, agradecerlo y renovar fuerzas para mantener el compromiso por seguir labrando el horizonte de la esperanza de la santidad con rostro amazónico.
Querida Amazonía plantea un mensaje inicial contundente: el planteo ecológico es, también, uno social. Con ello, afirma la necesidad de entender que la degradación ecológica de la región amazónica no es sino el reflejo inequívoco de una degradación social. Por ello delinea cuatro “sueños” que representan cuatro preocupaciones centrales que ameritan una atención prioritaria y rápida para detener lo que pudiera aparecer como un irremediable fin de lo humano; estos cuatro sueños son el social, cultural, ecológico y eclesial.
Sobre el primero, el social, la invitación propuesta era a reconocer la plena inserción de las poblaciones originarias de la región de la mano del pleno reconocimiento de su estrecha relación con el entorno que habitan, de la riqueza de sus costumbres y a superar las mentalidades de colonización y transformarlas en redes de solidaridad (Querida Amazonía, núm. 17).
La indignación y el perdón iluminan este sueño y nos provocan a renovar un sentido comunitario de justicia y vías para un diálogo social fructífero (QA. Núm. 26). Ambas nociones fueron retomadas ocho meses después en Fratelli Tutti situándolas como necesarias y urgentes ya no sólo en la región amazónica sino en el ámbito global.
El segundo sueño, el cultural, insiste una vez más en la riqueza cultural de lo que el Papa llama poliedro amazónico e insta a respetarlo sin enjuiciarlo, a “cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir”. (QA. Núm. 28).
La cultura es lugar de manifestación del espíritu de un pueblo y se transmite entre generaciones de tal manera que cuidar las raíces es imprescindible para cuidar la transmisión cultural y preservar la riqueza dentro de la diversidad.
En un mundo donde la diferenciación prima por encima del encuentro, recuperar elementos que unen e lugar de separar es imprescindible para realizar el sueño de una comunidad que, en el compartir, crece y se alimenta.
En Fratelli Tutti, el Papa retoma lo dicho en Querida Amazonía cuando habla del desafío de acoger, integrar, promover y proteger a los migrantes y de no tener miedo de encontrarse con culturas distintas que, en nada amenazan la propia sino, por el contrario, la animan a seguir creciendo.
El tercer sueño al que Francisco nos invita en esta carta parte de la premisa ineludible de que el clamor de la tierra es el clamor de los pobres. El cuidado de la Casa Común anunciado en Laudato Sí, cobra un papel protagónico en Querida Amazonía, sobre todo, porque la región ha sufrido los estragos de las grandes empresas transnacionales que han arrasado con las áreas verdes y los mantos acuíferos de la región destruyendo miles de especies que, en principio, sostienen comunidades y poblaciones que viven de ellas.
Respetar la belleza natural de la región es respetar el orden natural de la creación de Dios, faltar a ella, es faltarle a Él. Es preciso contemplar la belleza para poder descubrir en ella el clamor de Dios que nos pide hermanarnos con ella y cambiar hábitos y estilos de vida que promuevan conductas de cuidado y preservación y acciones sustentables que protejan y regeneren el daño ocasionado al medio ambiente como lugar compartido por todos.
En Laudate Deum, recientemente publicada en 2023, el Papa advierte que no hemos hecho lo suficiente para revertir el aumento de la temperatura global que está a punto de derretir zonas polares ocasionando grandes cataclismos que destruirán muchas regiones y vidas. Este tiempo es, pues, el último que tenemos para evitar una catástrofe inmensa.
Por último, el sueño eclesial propuesto, podríamos afirmar que es el que más se ha realizado desde 2020. El Sínodo de la sinodalidad y la forma de entender ésta ha causado una enorme revolución en la Iglesia que se ha visto empujada a incorporar a todos, todos, todos, como parte fundamental y fundante del Pueblo de Dios. Cambiar paradigmas, abrir corazones, provocar interrogantes, facilitar encuentros, favorecer diálogos y más, han sido acciones clave para hacer que el sueño eclesial sea uno que apenas inicia y al que le queda mucho camino por delante. Se ha dinamitado el proceso, ahora toca expandir sus llamas por los cinco continentes.
Podríamos decir, con todo lo anterior que Querida Amazonía es hoy, un documento más vivo y actual que hace cuatro años. No podemos quedar indiferentes ante los desafíos de integrarnos, de respetarnos, de cuidar nuestro entorno y de emocionarnos con el auge cada vez más fuerte de nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña que, por su juventud y su ímpetu renueva con aires frescos y nuevos nuestro compromiso de ser cristianos en salida, en búsqueda. Heridos, cansados y agrietados pero sin desfallecer en la esperanza de un mejor mañana.
*Profesora Investigadora de la Facultad de Bioética, Universidad Anáhuac México
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