Por Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte

Las crecientes críticas del documento Fiducia Supplicans han generado que el debate se centre más sobre las formas que sobre el fondo. Éste tiene más que ver con algo que nos supera y desborda y eso, es el Amor del Padre.

El documento mencionado es una invitación a romper nuestros esquemas mentales y a dejarnos sorprender por lo siempre nuevo y siempre más.  Al abrir y ensanchar el sentido de ser y sabernos hijas e hijos de Dios, Fiducia Supplicans recupera, en primer lugar, la posibilidad de recurrir a un Padre que no sólo perdona sino que nos ama y nos ama profundamente. El amor, como afirma San Pablo, es paciente sin límite y así, pedir el auxilio y suplicar el amor sin límite se convierte en una salvación que nos dota de la fuerza necesaria para poder no sólo continuar el camino andado sino hacerlo de la mano de Dios.

Hay que aclarar que la declaración, aunque centra el diálogo en las bendiciones  parejas homosexuales, su propósito es anunciar la “buena nueva” de lo que una bendición es en sí misma y que, como advierte ya desde su título, no es otra cosa que la “súplica de la fe”.

Con esto en mente, se aclara que hay tres tipos de bendiciones: las que vienen de Dios hacia los seres humanos y que representan la gracia y la misericordia de un Padre que nos cuida y nos ama mucho, las que van de los hombres a Dios cuyo propósito es implorar la ayuda del Padre que supera, por mucho, nuestras limitaciones y nuestras debilidades y, finalmente, las que van de los mismos seres humanos a otros y que cobran su verdadero sentido como modos de vivir a fraternidad y la solidaridad entre hermanos.

Estos tres tipos de bendiciones tienen, en el mismo fondo que es recibir la gracia del Altísimo que no se cansa nunca de regalárnosla a manos abiertas y desbordadamente.

Ahora bien, el destinatario de esta gracia puede y debe ser cada uno de nosotros, sin excepción, porque todos somos imperfectos y pecamos, aunque nos esforcemos por vivir conforme a Dios, caemos en el pecado pero precisamente lo maravilloso de sabernos cristianos y de profesar nuestra fe es reconocer que no es en el pecado donde acaba la historia de la humanidad sino en su redención, es decir, que siempre somos y podemos ser rescatados, perdonados y redimidos y no sólo eso sino que sobre nosotros se derraman constantes y abundantes gracias que nos ayudan a vivir según la voluntad de Dios. Las bendiciones piden paz, bien, salud, etc, son dones y bienes que se dan gratuitamente y que nos fortalecen en nuestra fe y en nuestra intención de ser “imagen y semejanza de Dios”.

Las bendiciones entonces tienen un doble sentido: por un lado reconocer que, sin Dios, poco o nada somos y, por el otro, que lo necesitamos para poder vivir nuestra fe y buscar la santidad. Lo más importante es entonces que no importa el camino andado, cuando nos ponemos cara a Dios y suplicamos su ayuda, Él siempre acude en nuestro auxilio y nos regala Su Amor. No hay razón alguna entonces para negar una bendición pues sería negarle al hermano la posibilidad de que acuda e implore el amor de un Padre que es de todos y para todos, sin exclusión alguna.

Otra aclaración importante del documento mencionado es que no equipara, como algunos han afirmado, una unión homosexual con el sacramento del matrimonio  ni aprueba la misma doctrinalmente, más bien marca límites muy claros y establece diferencias nítidas entre ambos de tal manera que no se confundan ni en el plano teórico ni en el práctico y por ello exhorta a que las bendiciones de parejas homosexuales no se conviertan ni en rutina ni se den en el marco de una forma que aluda al matrimonio si no que las propone como parte del acompañamiento pastoral que los sacerdotes deberían dar a sus fieles y que, ante todo, deberá siempre tener como signo indeleble la misericordia y no el escrutinio. Así, el acompañamiento al pueblo de Dios es la forma mas hermosa que Dios tiene de hacerse presente ene la vida de cada uno, nadie, en principio, debería negar ni prohibir que Dios viva entre su Pueblo.

Dios no es sólo padre de los perfectos y ordenados, también lo es y, primordialmente lo es, de aquellos que caemos, nos equivocamos y fallamos pero, en el fondo, lo hacemos buscando y deseando vivir confirme a la voluntad de Dios para cada uno que no es otra que la búsqueda de la santidad aquí y ahora como lo ha afirmado el Papa Francisco en su carta Gaudete et Exultate.

Fiducia Supplicans es un documento que nos brinda una mirada compasiva y nos invita a vernos unos a otros como hermanos siempre necesitados de Amor y de Salvación; no caigamos en la tentación de ver con ojos críticos y juiciosos lo que debe ser acogido con el corazón y desde la fe y el reconocimiento de nuestra mucha humanidad.

 

Imagen de Amor Santo en Cathopic


 

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