Por Carlos Ayala Ramírez (*)

El tema del mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de 2024 es “A través del desierto Dios nos guía a la libertad”. El mensaje tiene un carácter profético, es decir, cultiva el pensamiento crítico y la urgencia de poner en práctica el hacer que unifica memoria y actualidad, fe y justicia, gratuidad y compromiso, libertad y liberación, realidad y utopía, humanización y desarrollo. El fundamento del mensaje es lo que se conoce como el núcleo de la fe de Israel: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud”.

El grito de los oprimidos

La evocación de un hecho pasado se hace en la medida en que tiene vigencia en el presente. El Papa recuerda que el Dios de la Biblia es un Dios que ha visto la opresión de su pueblo, ha oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces, conoce muy bien sus sufrimientos y por eso ha bajado a liberarlo del poder opresor.

El papa actualizando ese pasado, afirma que también hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Y de inmediato invita a preguntarnos: ¿nos llega también a nosotros ese grito? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve?

El obispo de Roma sostiene que estas preguntas siguen desafiándonos y que, el camino cuaresmal 2024 será concreto, si al escucharlas confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. “Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas”.

Faraones de todos los tiempos

El faraón de ayer y de hoy, explica el papa, “destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos”. De ahí se deriva un gran peligro: el éxodo puede interrumpirse y los sueños de libertad truncarse. Y de nuevo las preguntas que invitan a pensar y actuar: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el mundo viejo?

Pero, según el Papa, más temibles que el faraón son los ídolos que son concebidos como la voz del opresor dentro de nosotros, que se hacen patentes cuando nos sentimos omnipotentes, reconocidos por todos, cuando tomamos ventajas sobre los demás. Todo ser humano, explica el papa, siente en su interior la seducción de esta mentira. “Por eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas”. Las consecuencias de estos apegos son gravemente dañinas.

El Papa habla de que en lugar de impulsarnos nos paralizan, en lugar de unirnos nos enfrentan, en lugar de compañeros y compañeras de viaje encontramos amenazas y enemigos. La pregunta en este contexto es: ¿cómo opera la voz del opresor en la vida personal y colectiva?

Tiempo de conversión

Ahora bien, la Cuaresma no solo es tiempo para “ver la realidad”, como lo afirma el documento. Es también tiempo de conversión, tiempo de libertad, tiempo de actuar, tiempo de decisiones comunitarias, tiempo para detenerse y reflexionar, tiempo para madurar.

En esta línea, el mensaje del Papa invita a reconocer las semillas de nueva humanidad que hay en el mundo: la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. “Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven, los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo”, afirma el Papa.

De la esclavitud a la libertad

El mensaje también subraya que, en Cuaresma, redescubrimos que el amor a Dios y al prójimo es un único amor. Para el Papa no tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso considera que la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura y vaciamiento. En ese espíritu proclama: “¡fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan!”.

Pero el itinerario cuaresmal (de la esclavitud a la libertad) no solo tiene un componente personal, sino también social, que ha de traducirse en actitudes, prácticas y actos diarios, individuales y comunitarios, en la familia y en el trabajo, en la oración y en la política. Por tanto, según el mensaje, Cuaresma implica un tiempo para las decisiones pequeñas y grandes, “capaces de cambiar la cotidianidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados”.

Hay que abrazar el riesgo

Finalmente, el Papa invita a todas las comunidades cristianas a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. En este momento histórico, dice el Papa, “los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo”.

La Cuaresma 2024, nos pone en contacto con dos cuestiones radicales de la vida: la esclavitud y la libertad. Si el mensaje reaviva en nosotros la esperanza de un mundo humanizado, vale la pena interiorizarlo, difundirlo y llevarlo a la práctica.

(*) Profesor de la Escuela de Pastoral Hispana de la Arquidiócesis de San Francisco, CA; Profesor facilitador del Certificado de liderazgo Hispano del Boston College; Docente jubilado de la UCA.

 
Imagen de conairdj en Pixabay


 

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