HACIA EL CORAZÓN DE GUADALUPE / 4

Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

El mensaje de Guadalupe

Mensaje de Comunión, de Vida y de Amor, con ese toque y cercanía a la persona. Nuestra apertura a la Virgen y a san Juan Diego es apertura a su Hijo, a la Iglesia y a todas las personas: “Hagan lo que mi Hijo les diga” (Jn 2, 5).

Ciertamente, pervive el mandato de la Virgen a san Juan Diego y en cada uno de nosotros, porque todavía no se termina de edificar la Casa-Comunión-Iglesia-Hogar-Nación: “Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del Obispo de México, y le dirás cómo yo te envió, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí́ me provea de una Casa, me erija en el llano mi Templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído”( N.M. 33).

Tomando el trasfondo simbólico implicado en esta petición, no solo es de ayer, sino permanentemente hay que edificar la Comunión-Familia con Ella, con la Jerarquía con el pueblo creyente, en la interpretación vital de las Escrituras y desde la Tradición Viva.

Ella forma a sus hijos, ‑como lo hizo con san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en Comunidad-Iglesia, con la Santa Escritura y los Sucesores de los Apóstoles, -El Papa, los Obispos-, para acoger constantemente su Mensaje: Mensaje de Comunión, de Vida y de Amor, con ese toque y cercanía a la persona. Nuestra apertura a la Virgen y a san Juan Diego es apertura a su Hijo, a la Iglesia y a todas las personas: “Hagan lo que mi Hijo les diga” (Jn 2, 5).

Hemos de disponernos para acceder a estos canales que terminan en la experiencia del Dios Amor. Nuestra Iglesia, -Comunión y Comunidad-, debe de vivir como Comunidad Viva de actualización e Interpretación del Mensaje de Dios, en el Mensaje de la Madre Santísima y de san Juan Diego: el Mensaje de la Madre entregado a san Juan Diego, al Obispo, es el Mensaje de Dios; Iglesia Sinodal en salida.

Con Ella y san Juan Diego se puede vivir la Palabra en plenitud; con Ella, podemos tener ese encuentro continuo con Dios y con los hermanos. Ahí está el secreto de la Nueva Humanidad, el secreto de la cultura del amor, para construir la Civilización del Amor, que abarca a todas las naciones y alcanza el Cielo.

La Santísima Virgen y San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, originan ese movimiento afectivo y de fe, que integra la cultura, las personas y los pueblos. He ahí la trascendencia, la centralidad y la impostergabilidad de identificarnos con san Juan Diego, para vivir, celebrar y gozar el ser engendrados permanente por la Santísima Virgen María de Guadalupe en este nuestro tiempo que ha perdido el sentido de la vida y de la Historia de la Salvación, hoy. Nuestro reto es decir y anhelar ser Juan Diego Cuauhtlatoatzin: “yo soy Juan Diego”.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de enero de 2025 No. 1539

 


 

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