Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Con frecuencia se ven programas en ‘youTub’, en los cuales se defiende la ortodoxia y se ataca olímpicamente al Papa Francisco, que si es hereje, que si viola el derecho canónico, que si se aparta de la liturgia tradicionalista, que no tradicional, etc…
Incluso se habla de un presidente cristiano porque está contra el aborto y en contra de la ideología ‘woke’, ya es suficiente para darle el crédito de cristiano y bueno; no importa que contradiga en los hechos al mensaje de Jesús, según el cual seremos juzgados, para bien o para mal, por haber practicado o no las obras de misericordia, de dar de comer al hambriento, de hospedar al peregrino, de vestir al desnudo, de visitar al encarcelado… Hacer grande a América, que suena a slogan hitleriano, ‘Alemania necesita espacio vital para desarrollarse y ser grande’, según Adolfo Hitler en ‘Mein Kampf’, “Mi lucha”. En la migración debe de haber un orden jurídico que proteja a los migrantes y se les incorpore al ámbito laboral.
Pero ¿cuál es el proyecto del Papa? ¿Es el mismo de Jesús?
A veces nos parece ver y escucha a los neofariseos y neoescribas, pero no a los auténticos cristianos católicos, porque ¿cuál es el proyecto apasionado de Jesús? ¿es el mismo del Papa Francisco?
Jesús escoge el pasaje de Isaías( 61, 1-2) que dice a la letra: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la Buena nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos la liberación, la curación a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor’ (Lc 4, 14-21).
El Espíritu Santo llena a Jesús de su presencia dinámica y amorosa; él lleva en su corazón la misión que ha de desempeñar por mandato del Padre, atender a los que sufren: pobres, cautivos, ciegos, oprimidos.
Si la Iglesia y, por tanto, los cristianos dejamos de atender a los que sufren, no somos la Iglesia de Jesús.
Se trata de orientar nuestra actividad para suscitar la libertad, para obtener la luz y vivir la gracia.
Jesús no adopta una postura moralista, aunque el pecado es la fuente de todo dolor e incluso de la muerte, Jesús se acerca al dolor, a la opresión y a la humillación.
¿Cuál puede ser nuestro mayor pecado? Si este pasaje nos conmueve y nos ilumina, el gran pecado es cerrarnos al sufrimiento de los hermanos.
En el Espíritu Santo, nuestra vida ha de estar orientada a liberar, aliviar, sanar, perdonar, porque el pecado rompe la comunión y pesa.
Cristo, es decir el Ungido por el Espíritu Santo, está orientado hacia todo sufrimiento humano.
El Espíritu Santo inclina a Jesús Cristo a dar la Buena Nueva del Reino de Dios, a los pobres, oprimidos, ciegos, humillados. Se les proclama el ‘Año de Gracia del Señor’.
Es necesario, si somos discípulos y seguidores de Jesús, el asumir la defensa de los últimos y vivir la solidaridad de los excluidos.
Jesús, no puede ser neutral en un ambiente donde campee la injusticia, la mentira y la impunidad. En el Reino de Dios, no pueden reinar los poderosos narcisistas enfermos de megalomanía y paranoicos.
Jesús comunica su Buena Nueva a los pobres y a los crucificados de la tierra.
Podemos discutir de temas de moral sexual, de la ortodoxia de la doctrina, pero al final seremos juzgados en el amor y por el Amor misericordioso de Jesús. Jesús hoy nos interpela sobre el sufrimiento de los pobres, de los migrantes, de los excluidos, no de nuestras posturas cómodas y críticas de derecha o de izquierda.