Por P. Eduardo Hayen Cuarón

El Año Jubilar 2025 nos recuerda que somos peregrinos de esperanza y y nos invita a ser pregoneros de buenas noticias. Los profetas de desventuras –algunos ecologistas, ambientalistas, animalistas y veganos– insisten en que la tierra está sobre poblada, y que los 8 mil millones de personas que la habitamos estamos haciendo que nuestro planeta colapse.

Estas posturas son propias de pájaros de mal agüero. Después de que en 1991 un huracán llegó a Bangladesh, uno de los ambientalistas más famosos del mundo, Jacques Cousteau, dijo: «No culpemos al mar. La verdadera tragedia de Bangladesh son los hombres, una población incontenible. Cuando poblemos el mundo unos 700 millones de habitantes, entonces la tierra será paradisíaca».

Se nos dice incansablemente que 8000 mil millones de habitantes en la tierra es una locura y que el mundo está super mega archi poblado. ¿Por qué nos creemos tan fácilmente esta mentira? Quizá porque muchos de nosotros vivimos en ciudades densamente pobladas y tenemos la falsa percepción de que el resto del mundo vive así. Lo cierto es que solamente el 2 por ciento del territorio terrestre global está ocupado por asentamientos humanos y ciudades.

Según simples cálculos, si toda la población mundial se transfiriera al estado de Texas, para cada persona habría disponible un espacio comparable al de la típica casa americana, mientras que el resto del mundo permanecería totalmente deshabitado. Francis Felice, biólogo americano, ha calculado que 6 mil millones de personas podrían vivir en esa gran megalópolis texana donde cada familia estaría compuesta de tres personas en promedio, tendría a su disposición una casa de 102 metros cuadrados y 222 metros cuadrados de jardín. Una tercera parte de esta ciudad gigantesca sería un gran parque y otra tercera parte sería para actividades productivas. La densidad poblacional de esta hipotética gran ciudad sería de 8,104 personas por kilómetro cuadrado. (Hoy Brooklyn tiene 13,480 habitantes por km2).

Quienes afirman que una alta densidad de población empeora la calidad de vida de las personas, afirma Hearvey Le Bras, investigador del Instituto Nacional de Demografía de París: «No existen pruebas que demuestren que la densidad demográfica está en contraste con una buena calidad de vida». «De otra manera no se explicaría –escribe Gregg Easterbrook– por qué la densamente poblada Holanda es próspera y razonablemente limpia, mientras que Sudán está despoblado, es pobre y tiene numerosos signos de ruina en el ambiente».

La misma FAO, según sus cálculos dice: «Las más recientes proyecciones del Banco Mundial preveen una población de 10 mil millones de personas para el futuro próximo. En ese punto la humanidad ocupará el dos por ciento de la tierra y utilizarán una quinta parte de la superficie terrestre para la agricultura. Actualmente los agricultores utilizan menos de la mitad de las tierras cultivables disponibles».

A pesar de estos datos, la población mundial sigue decreciendo. Es un fenómeno mundial que la gente cada vez menos hijos. De hecho, se necesita una tasa de fertilidad de 2.1 hijos por mujer para que una generación pueda reemplazar a la anterior. Corea del Sur es el país que más rápidamente se despide de la historia con un promedio de 0,72 hijos por mujer; España 1,16; China 1,18; Italia 1,24; Japón 1,26; Canadá 1,33; Estados Unidos 1,62; México 1,6.

¿Es la inmigración la solución para cubrir este déficit de hijos, que evidentemente afectará la productividad y la economía de los países? Por supuesto que no. Los mismos países de América Latina, por ejemplo, tienen hoy su tasa de fertilidad en 1,8 hijos por mujer, lo que los sitúa por debajo del nivel de reemplazo. ¿Hasta cuándo estarán exportando emigrantes? Los seres humanos no deben ser tratados como refacciones para cubrir el déficit poblacional de los países ricos. Además, promover la emigración es inmoral porque expone a las personas emigrantes a todo tipo de abusos, extorsiones y secuestros que sufren en manos de las oscuras redes de tráfico humano.

«Sed fecundos y multiplicaos», dijo el Señor en Génesis 1,28. He ahí la palabra de Dios al problema poblacional –y económico– que hoy aqueja al mundo. La mayor riqueza de un país está en su gente y la riqueza económica está en la productividad. Los católicos hemos de darnos cuenta de que la escasez de niños es un problema de falta de esperanza en el futuro. Debemos creer y confiar en la palabra divina garantizada por la misma Providencia de Dios y colaborar con responsabilidad para formar familias más numerosas. Así también seremos los peregrinos de esperanza a los que invita el Año Jubilar.

Publicado en blogdelpadrehayen.blogspot.com

 


 

Por favor, síguenos y comparte: