Por P. Fernando Pascual

La historia narra grandes acontecimientos, protagonizados por reyes y gobernantes, militares y banqueros, inventores y literatos, empresarios e ingenieros.

La historia también busca describir la vida cotidiana de la “gente”: campesinos, albañiles, soldados, abuelos, padres y madres de familia, oficinistas, carteros, obreros, y un sinfín de categorías humanas.

Resulta comprensible que la historia se fije sobre todo en hechos importantes y en personajes de relieve, por la sencilla razón de que existen más documentos sobre esos hechos y esos personajes.

En cambio, no resulta fácil al historiador acceder a lo que hacía un zapatero, a lo que experimentaba una familia, a lo que alegraba o entristecía a un campesino, porque en ocasiones existen muy pocos documentos sobre esas personas.

Aunque los hechos recogidos por la historia son construidos por protagonistas importantes, por quienes tienen poder, ingenio o cualquier otro tipo de liderazgo, también se construyen desde las decisiones de millones de seres humanos que no aparecen en los libros ni tienen brillo.

La historia de cada día, sin embargo, la llevan adelante quienes, desde su aparente insignificancia, abren surcos, cosechan, comercian, cocinan, levantan muros y arreglan tuberías.

Porque esas personas, en su sencillez, mantienen en pie los edificios, permiten que llegue la comida a palacios y suburbios, elaboran tejidos que nos permiten protegernos del frío.

Algunos historiadores buscan recoger la inmensa tarea de la gente sencilla, para que no quede en el olvido lo que hacen, día a día, quienes no tienen fama, pero levantan y sostienen campos, ciudades, carreteras y fábricas.

Dentro de cientos de años, habrá quienes escriban la historia de nuestro tiempo. En ella, seguramente no aparecerán los millones de seres humanos que hoy, como en el pasado, sostienen nuestra civilización con acciones que no saldrán en manuales pero que permanecen para siempre en el corazón de un Dios que es Señor de la vida y de la historia…

 

Imagen de Stefan Schweihofer en Pixabay


 

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