La XI Jornada mundial de oración y reflexión contra la trata y explotación de personas es un llamamiento mundial a la acción. Para la hermana Venturelli «combatir la indiferencia que hace invisibles las distintas formas de trata es una prioridad»
Por Stefano Leszczynski – Vatican News
La trata de seres humanos es como un mecanismo perverso que atrapa y aplasta a las personas, «pero tantos granos de arena pueden hacer que sus engranajes se atasquen».
Es la imagen utilizada por la hermana María Rosa Venturelli, misionera comboniana y coordinadora de la red contra la trata USMI, la Unión de Superioras Mayores de Italia en la diócesis de Roma, para explicar la importancia de la semana de oración y sensibilización que precedió a la jornada del 8 de febrero convocada por el Papa Francisco en el 2015.
Cifras de la trata
Naciones Unidas calcula que cincuenta millones de personas son víctimas de la trata en todo el mundo.
Los más afectados son las mujeres, los niños, los inmigrantes y los refugiados.
Una de cada tres víctimas es un niño, mientras que el 79% de las víctimas de explotación sexual en el mundo son mujeres y niñas.
Guerras, conflictos, violencia, pobreza, catástrofes medioambientales en todo el mundo llevan a las personas a abandonar sus hogares, lo que las hace especialmente vulnerables a la trata y la explotación, ya que a menudo recurren a traficantes o al mercado negro para trasladarse de un país a otro.
A esto se añade otra forma de trata que es la explotación en línea.
Las personas como mercancía
«Combatir la indiferencia que hace invisibles las distintas formas de trata es una prioridad», explica la hermana Venturelli que, con otras veintidós hermanas y laicos, coordina la red «USMI» en Roma. «Es importante actuar a todos los niveles: social, económico, incluso eclesial, diría yo. El fenómeno de la trata es aterrador – señala la misionera comboniana – y a menudo tenemos la tentación de mirar hacia otro lado y no implicarnos».
La condición de esclavitud que caracteriza todas las formas de trata está «dominada por la conciencia del mal – explica la religiosa – es una realidad muy dura» de afrontar y los riesgos para la seguridad de las víctimas y de quienes intentan oponerse son reales.
“Recuerdo a una joven nigeriana que encontramos muerta al borde de una carretera, asesinada porque ya no era necesaria, arrojada como un objeto inútil. Tardamos dos meses en identificar a esta chica y luego en poder enterrarla. Se llamaba Issi”
La estrategia del mal
Los explotadores sólo conocen una estrategia, la del terror. Así anulan la voluntad de resistencia de una persona que ya no es capaz de decir «basta» a la vida en la calle, porque con miedo es difícil tomar decisiones positivas. La ley no siempre ayuda a hacer frente a estas situaciones, en parte porque siempre exige que haya una denuncia de la víctima, y no todos los implicados en este comercio tienen el valor de hacerlo. Tienen demasiado miedo de la violencia a la que se exponen si son atrapadas por sus explotadores tras huir.
Tantas historias de esperanza
Pero también hay muchas historias de rescate y esperanza que muestran cómo liberarse de los explotadores es posible, a veces sólo tomando conciencia de que otra forma de vida es posible.
«Había una chica de El Salvador – recuerda la hermana María Rosa – que paradójicamente encontró la forma de escapar de sus esclavizadores al ser detenida y recluida durante dos meses en el CIE de Ponte Galeria. Desde niña había vivido en un contexto de degradación, marcado por la violencia continua, y había acabado creyendo que no había otra vida para ella».
A menudo es una forma de resurrección que consiguen experimentar las niñas o mujeres que han sobrevivido a la trata. «En su camino de renacimiento – concluye – estas mujeres demuestran ser excepcionales, con gran voluntad y determinación, y pueden hacer grandes cosas. Lo importante es no juzgar nunca, sino ser solidarios, derramando cada día una gota de humanidad sobre las hermanas y hermanos más vulnerables».