Por Rubicela Muñiz
Nos recuerda la importancia de la oración y la necesidad de reencontrarnos con Dios en medio de nuestras dificultades. Nos invita a hacernos la misma pregunta que Jesús le hizo a Pedro: “¿Me amas?” (Jn 21, 17). Y, como María Magdalena, responder con el corazón: Rabbuní, Maestro.
En la búsqueda de sí misma, Marian Reynoso, maestra de Biblia con 30 años de matrimonio y tres hijos, intentó por distintos medios alcanzar la paz y la estabilidad emocional. Se refugió en corrientes orientales para encontrar el sentido a su vida, hasta que descubrió el rosto amoroso de Dios.
En entrevista, nos cuenta cómo fue ese trayecto que la ha llevado a lugares lejanos como Tierra Santa, donde imparte talleres de oración que quedarán para la posteridad en el documental Rabbuní.
Marian, ¿cómo ha sido tu recorrido en la fe y cómo es que empiezas a impartir los talleres de oración?
En realidad, ha sido como ir siguiendo esa voz interior que hace que te entusiasmes por ciertas cosas que de pronto empiezas a entender que son los dones de Dios que quieren ponerse en acción.
Mi enamoramiento surgió hace unos 20 años, cuando empecé con una necesidad profunda de escuchar a Dios en mi corazón, una necesidad de meditar, de encontrarme con Él en el silencio.
Mi búsqueda empezó por muchos otros lugares, que tenían que ver con técnicas orientales. Fue una época de aprendizaje grande, de encontrarme con que el bien y el mal son una constante.
Gracias a una crisis que estalló en mi vida me encontré con el amor de Dios profundamente. Me vi crucificada de verdad en un momento de mi vida, y ahí me vi en el rostro amoroso de Dios. Desde entonces, mi meditación se fue cristificando y marianizando, y empecé a enamorarme de la oración, del rezo del Rosario de manera contemplativa como uno de mis principales apostolados. Y así fue creciendo mi fe. Me adentré en la fe a través del estudio de la palabra.
¿Y cómo empiezas a crecer en este ministerio?
Empecé a hacerme de misa diaria, comunión diaria. Muchas experiencias lindas. Mucha purificación de mi corazón. Reacomodé todo lo que hacía y empecé a dar clases de contemplación y oración.
El ministerio empezó a crecer, y de pronto fui a Tierra Santa, a Magdala (Israel), en donde conocí al padre Juan María Solana, quien se convirtió en mi director espiritual. Y en algún momento me empezaron a pedir talleres de oración en distintos lugares.
Yo seguía en contacto con todo lo que tenía que ver con la espiritualidad de Magdala, y de repente me piden los padres de Tierra Santa que dé el taller allá y me llevé, con poco tiempo de organización, a varias peregrinas. Fue muy conmovedor ver lo que resultó de eso.
Ahí el padre Juan me dijo: “Tú vas a ser la que vas a llevar los talleres de oración de Magdala”. Yo pensé que solo lo haría una vez… y de pronto ya son dos veces por año. Y así arrancaron los talleres.
¿En el último taller de Tierra Santa los sorprendió la guerra?
Sí, en el último taller nos agarró la guerra. A la par de esto, Ramiro Martínez, productor y camarógrafo, conocía de mi trabajo porque algunas señoras habían pedido que él documentara sus talleres, y le mandaban fotos y videos, y él tomaba los testimonios. Un día nos conocimos y me propuso ir a grabarme. Yo creía que no había manera, pero las voluntarias y benefactoras nos apoyaron para hacerlo posible, y fue en ese taller donde nos agarró la guerra.
Ramiro documentó el taller e hizo un trabajo precioso, pero a la par de este trabajo, que pensamos que sería un video corto, hizo una obra de arte que nos conmovió. Cuando yo lo entrevisté me dijo: “Lo hice con mucho amor. Hubo un antes y un después de este viaje. De ser el productor pase a ser un peregrino más y mi corazón se hilvanó a Dios Nuestro Señor”. Es una conversión preciosa.
Y ahora este trabajo se convirtió en el documental Rabbuní, ¿cómo piensan darlo a conocer?
Empezamos a buscar benefactores, pero al final Ramiro fue el benefactor al decirnos: “Esto ya me superó. No hay manera de que cobre por algo que para mí es bendición”. Empezaron a pasar milagros preciosos en su vida por entregarse a este trabajo. Y al final somos tres en este proyecto: Ramiro, el padre Juan y una servidora.
Queremos que llegue a miles de personas. No queremos lucrar, sino hacer un apostolado. Creemos que tiene un mensaje potente, poderoso y quisiéramos que todo el mundo lo vea. Estamos en el momento de decidir quiénes pueden distribuirlo, y después dejarlo en una plataforma para que esté al alcance de todos.
¿Cuándo planean exhibir el documental al público?
En marzo estamos planeando que algunas salas de cine lo expongan como una premier. Y si Dios quiere, que alguien lo tome para distribuirlo.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de febrero de 2025 No. 1545