Por Jaime Septién

El filósofo católico Josef Pieper, comentando el prólogo del Evangelio de San Juan (1,3) recordó que Chesterton, en su vejez, al contemplar retrospectivamente su vida, decía que él había tenido “el convencimiento de que todo lo que existe es maravilloso y que toda experiencia está trazada por un encanto esencial”.

A medida que pasan los años, que uno se va haciendo viejo (hoy existe el eufemismo ramplón de “la tercera edad”), el convencimiento chestertoniano –por la vía de la fe y la razón, aunque también por el amor y los hijos, los nietos, los pequeños o grandes logros– se va fortaleciendo. ¡Qué descanso sugiere al alma el ver hacia atrás y contemplar, independientemente de la edad que se tenga, que uno ha ido cumpliendo con su deber desde la condición de “siervo” medianamente útil a Dios y al prójimo!

Los miedos van rebajando su intensidad y las certezas iluminan los años o los días que nos quedan por vivir. Los presentes y los que Dios disponga. Es una sabiduría del cristiano, de la mujer y el hombre bien nacido, agradecido y expectante de la vida eterna. Recuerdo una canción de mi infancia (recitada por Jorge Lavat, en español): “Tú eres una criatura del Universo, no menos que las plantas y las estrellas, tienes derecho a existir. Y sea que te resulte claro o no, el universo marcha como debiera.”

Con la vejez no solo la infancia sino también el pasado, sus penas y sus glorias, sus fracasos y algún que otro acierto, van tomando la justa dimensión. Y tenemos un referente hermoso: con la enfermedad del Papa, con su alegre sabiduría de que el fin se acerca, estrechamos la frase final del Diario de un cura rural de George Bernanos: “Todo es Gracia”.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de marzo de 2025 No. 1549

Imagen de Mario Aranda en Pixabay</aç

 

 


 

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