Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

El ser humano puede estar sometido a la esclavitud del propio yo; no es libre interiormente porque vive sometido a la tiranía de la imagen, a la tiranía de la información y, lo peor, a la tiranía de todo tipo de desórdenes, pasiones o pecados.

Se cree ingenuamente que se puede vivir la fascinación de lo trivial, prescindiendo de Dios.

Tras bambalinas está el ‘Tentador’, Satanás, adversario radical de Dios, ‘el enemigo de natura humana’, como lo llamaba san Ignacio de Loyola.

Jesús fue tentado por este personaje (Lc 4, 1-13); si seguimos su ejemplo y estamos abiertos a su gracia, podremos vencer, para reafirmar en nosotros el tú divino y el tú humano, libres de sometimientos, a ejemplo del mismo Jesús.

La tentación cuyo origen es el hambre; por supuesto somos seres que necesitamos alimentarnos, sobre todo, después de un ayuno prolongado, como el de Jesús, cuarenta días sin probar alimento. No basta el alimento del cuerpo. Se necesita el alimento del espíritu, ‘porque no solo de pan vive el hombre’ (Lc 4,5-8; Dt 8,13).

La segunda tentación, es el engaño del poder, ‘los reinos de la tierra serán tuyos’, bajo la condición de adorar al enemigo radical de Dios. Imponerse a los demás violando sus derechos y mintiendo, no puede venir de Dios, sino solo de aquellos que se someten al servicio del diablo. Solo a Dios Suma humildad y a Jesús el Siervo doliente, es al que hay que adorar; es decir, al Dios de la Verdad, al Dios del Amor, a quien tiene el Corazón traspasado por amarnos y padecer por nosotros y por nuestra salvación.

El autoengaño milagrero, el milagro espectacular, de quien se lanza desde lo alto, al cabo los ‘ángeles te tomaran en sus manos para cuidarte y para que no tropieces con las piedras’; algo así como un ‘Jesus Christ super star’, para tener la religión de la seguridad, no la del riesgo de la cruz y del seguimiento de Jesús; la de un Cristo sin cruz, como lo recordaba Fulton J. Sheen.

Cuidado con los engaños, verdaderas toxicidades del espíritu. Ante éstos, la Cuaresma es un itinerario de libertad, de los espacios abiertos, para escuchar la Palabra de Dios, meditarla, orarla, celebrarla y vivirla; es tiempo de ayuno para encontrar la libertad del espíritu y su elevación; para liberarnos del fastidioso ‘ego’, en favor de nuestros hermanos con la práctica efectiva de las obras de misericordia; con la ‘limosna que borra la cantidad innumerable de pecados’(Eclesiástico 3, 30) practicada, no porque ‘somos buenos y caritativos’ sino  porque hacemos un acto de justicia; los hermanos miserables los hemos dañado también con nuestras omisiones.

El ejemplo de Jesús nos libera del espíritu tóxico que puede presentarse también como tranquilizador-adormilador de conciencias, ante un falso mesianismo y por tanto, como un falso cristianismo.

 
Imagen de Elias en Pixabay


 

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