Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Dios ha concedido al ser humano uno de los grandes dones, la libertad. Pero cuando predomina no el amor, sino la pretensión de ser como Dios, por instigación del maligno, para decidir autónomamente lo que sea bueno o malo, se traiciona la orientación esencial a la verdad y al bien, a Dios mismo. ‘La verdad es el bien y el mal es la mentira’, nos señala von Balthasar. El demonio es el padre perverso del mentir (cf Jn 8,44) que no busca la grandeza del ser humano, sino el engaño de oropel y su perdición, porque ‘es el enemigo de natura humana’, como lo define san Ignacio de Loyola. Es el tramposo por antonomasia.

En el Evangelio de san Matero (4, 1-11) se muestra la victoria de Jesús después de los cuarenta días de ayuno, su cuaresma. Jesús en su condición humana estaba frágil después del ayuno prolongado, siente hambre; pero fuerte por su amor al Padre: ‘Si eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes’,-le dice el tentador; Jesús le responde con la Escritura: ‘no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’.

Su misión mesiánica está más allá de hacer milagros para satisfacerse a sí mismo; hace milagros en favor de la gente…multiplica los panes en favor de las multitudes necesitadas en circunstancias extremas; no es lo ordinario.

Hemos sido víctimas del consumismo, de bienes superfluos; la publicidad nos atrapa, nos hace sus esclavos, difícil de ser libres y decidir sobre lo necesario. Al final, se da esa insatisfacción, porque anhelamos la plenitud, y lo material es demasiado limitado. Necesitamos la Palabra de Dios que satisface nuestra hambre y sed de infinito.

Las tentaciones continúan; desde lo más alto del Templo: ‘Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna’. Responde Jesús, ‘También está escrito: no tentarás al Señor tu Dios’.

Dice Shakespeare, que ‘el demonio puede citar la Escritura según le conviene’. Este es el caso. La tentación del milagro de espectáculo; para que viendo esto, el pueblo acepte a un Mesías ‘Superstar’.

La tentación del poder y la gloria, al precio de adorar a Satanás: ‘te daré todo esto, si te postras y me adoras’; responde Jesús ‘retírate Satanás’ y con la Escritura lo contradice: ‘adorarás al Señor tu Dios, y a él solo servirás’.

Esta tentación es muy grave para el destino del mundo. Jesús se decide por el bien y la verdad; solo en esta relación de comunión con Dios, se puede tener el orden y la paz en el mundo, en la sociedad y en la familia.

El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba necesaria para el crecimiento del hombre interior y la tentación que conduce al pecado, como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2847).

Orígenes nos señala que ‘Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres’. Por eso nuestra libertad se pone a prueba.

Jesús nos enseña y nos concede su gracia para vencer la tentación; la tentación puede llevarnos a la ruptura de la comunión con Dios, a dañar a nuestros hermanos, introducir un desorden en la propia vida y dañar la creación por acciones u omisiones.

Vivamos nuestra libertad con responsabilidad bajo esta guía de Jesús: no solo de pan y consumismo vivimos, sino de la Palabra de Dios que alimenta el fondo de nuestro corazón; no pretendamos tentar al Señor nuestro Dios, poniéndonos en situaciones de peligro, sino tomar nuestra cruz con sencillez y humildad cada día; nuestra grandeza estriba en servir y adorar al Señor, lejos de buscar el  poder, la gloria y el éxito a toda costa contra la propia conciencia y la ley de Dios.

Jesús es Mesías Servidor, el Siervo de Yahvé y el Varón de Dolores; su Reino se ofrece con amor a toda prueba.

No olvidemos nunca que ‘el poder mundano es una oferta diabólica’, como lo dice José Antonio Pagola.

 

Imagen de akbaranifsolo en Pixabay


 

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